Hemos Comido…en El Muelle, el auténtico, el del Pesquero, un restaurante al que siempre vuelvo sin dejar pasar mucho tiempo.
Lo tiene todo, una barra de lo más amena, donde pasea gente del barrio y hay bullicio, y si es domingo mucha señora vestida de domingo que acude a tomar el blanco, y en la mayoría de los casos a comer, que el domingo se hizo para descansar.
En esta ocasión pedimos una botella en la barra, para luego continuar con ella una vez sentados, un cava fresquito, Aria de Freixenet, que suele ser el que tomamos aquí. Copa de cava y alguna de las tapas que siempre te ponen en esta barra, habitualmente un platuco de arroz, donde ya ves como hacen aquí las cosas.
Habíamos quedado con Valentín en tomar un centollo, ya que teníamos antojo y estábamos en fechas de ello. Nadas más aparecer por allí nos lo cocieron y cuando nos lo sirvieron estaba todavía tibio, que es como nos gusta, y sin preparar, que es como nos gusta, el añadirle vino y huevo a la cáscara es algo que me sobra, su sabor sin nada me llena y fascina, es la mar en la boca, contaminarlo con otros sabores no me gusta nada.
El centollo estaba para ponerle un piso, perfectamente cocido y bien lleno, con la carne jugosa y bien sabrosa, buen punto de sal y el tamaño estaba bien, un kilo y medio.
Después de tan cantábrico entrante continuamos con un arroz con alemjas, algo que me cuesta bastante pedir ya que no es una elaboración fácil, pues habitualmente lo suelen hacer que no sabe a nada y bien hecho es una auténtica delicia. Aquí, a parte de generoso, lo hacen como lo hacían las abuelas, o como lo hacía la mía.
Si os soy sincero, no conozco el secreto, pero supongo que será unas buenas almejas y una buena cantidad de ellas para que aporten sabor al arroz, ya que lo va a tomar del caldo de ellas.
Al final acabamos con todo, aún siendo la barbaridad de ración que nos pusieron, pero está bueno y te picas.
De postre tarta de queso al horno y frutos rojos.
Un menú de lo más santanderino, dos elaboraciones cántabras al cien por cien y de gran recuerdo para mí, ya que mi abuelo iba a pescar almejas y nos las solíamos comer con arroz, y mi tío a su vez iba a bucear y pescaba una gran cantidad de centollos, que en domingo, sobre todo en invierno, nos los comíamos toda la familia junta en casa de mi abuela, ah y por supuiesto unos pasteles de Frypsia para terminar, que era la pastelería que lo petaba en aquella época.
En breve tocará otra visita, pues hay que tener bien vigilado a Valentín.