No me pude resistir y en cuanto encontré sitio allí reserve, aunque todo apuntaba lluvia.
Soy poco de terraza y aún menos para comer, y se dieron todas las variables para que siga pareciéndome una tortura comer en una.
Camión de hormigón descargando para una obra aledaña, la obra en sí, el sube y baja de un montacargas, el tiempo que parecía que no iba a acompañar. Aunque al final no estuvo desagradable y la comida sí que mereció la pena, así que comí, pagué y pá casita.
Pero después de estos inconvenientes de los que, por supuesto, el hostelero no tiene la culpa, si no la situación, resultó una comida de las que no creo que me olvide, mi primera cerveza helada d. de C. una Alhambra en un bar (aunque fuera terraza) y mi primer menú d. de C.
El elegir menú fue sencillo porque me apetecían las raciones de las que este se componía, comenzando por un ragú de vacuno y terminando con unos bocartes.
De primero ragú. Muy buen fondo de verduras y un ligero sabor a tomate, pimiento, zanahoria; bien generoso de carne y de tamaño. Te colocan una fuente donde puedes disfrutar del guiso, por muy tragón que seas siempre vas a tener de sobra, pero lo que más importa es el sabor, buenísimo, y una textura de salsa muy acorde, fruto de una buena y lenta elaboración.
De segundo bocartes. Muy bien rebozados y acompañados de algo que a mí particularmente me chifla, una ensalada de lechuga y cebolla con bien de sal, de un talentoso vinagre y con un aceite de una calidad superior, que aporta al bocarte un punto más, siempre a mi entender. Una de mis sobras favoritas son los bocartes fritos de la mañana acompañados de ensalada para cenar.
Un menú del día difícil de olvidar por muchas razones.