Vuelta en un breve lapso de tiempo a Melly. Aquí se viene sin prisas y rodeado de amigotes.
Hay que hacer los honores en la barra, robarle el Enate rosado de su cosecha privada, tirarle un poco de la lengua y disfrutar de una buena comida tradicional.
Lo diré las veces que haga falta, de lo bueno no me canso y hay elaboraciones en este restaurante que no tienen igual, como de las que hoy repito: el bonito crudo (que es indecentemente delicioso), el bonito encebollado y la marmita sobre la que no me repetiré en halagos.
Pero sin haber terminado con la temporada del bonito nos metemos de lleno en los viernes de Ribamontán al Mar de callos, algo que unos amigos esperaban, recientes conocedores del local y a la zaga, nuevos yonkis del mismo, aquí esperaban nerviosos y disfrutando la previa a los callos.
Por supuesto que de postre cayeron unos callos, estaba cantado.
Se me quedaban los bocartes al ajillo en el tintero.
Y mi postre típico del lugar, queso fresco de La Jarradilla con membrillo.