Hemos Comido…en La Mulata, un restaurante que se ha ganado a pulso un importante lugar en la gastronomía de nuestra ciudad.
Su oferta suele ser de calidad y con un precio contenido. Si en mis frecuentes salidas gastronómicas me encuentro con algo que merezca la pena, procuro sacarlo a colación en algun artículo, más que nada por premiar el esfuerzo del hostelero por variar su oferta. Y este es el caso de unos camarones que nos ofrecieron en la barra.
Existe la creencia de que la esquila es el camarón pequeño, pero se trata de otra especie que a mí me suele gustar más. Se puede distinguir porque en fresco su color es gris azulado, mientras que el camarón tiene un tono parduzco. El camarón puede medir hasta diez centímetros, pero también lo hay pequeño, y es en este caso cuando se confunde, son los que habitualmenta se utilizan para hacer las famosas tortitas.
Las quisquillas son transparentes (translúcidas) bajo el agua, con un tono grisáceo cuando se sacan del agua y rosado cuando se cocinan; mientras el camarón se puede distinguir por un tono más parduzco bajo el agua y más rojizo tras la cocción.
El camarón puede medir diez centímetros y la quisquilla uno. Pero para no confundirese hay que fijarse en la forma de la cabeza, afilada y triangular en el caso del camarón y cuadrada en la quisquilla. Se trata de dos especies de crustáceos diferentes: la quisquilla pertenece a la especie Palaemon Serratus y el camarón al Crangon Vulgaris.
Los camarones que nos prepararon era la punta de lanza de una gran oferta de calidad, donde también tenían cabida una cigalas de muy buena pinta, un pez de San Pedro de buen tamaño, rape y alguna que otra especie local, todo de lo más fresco, pero al final nos decidimos por los camarones. También teníamos a nuestra disposición las jornadas del centollo, una buena ocasión para completar una comida a base de centollo y repetir todo lo que se quiera; lo dejamos para otro día, que el año anterior nos encantaron y más de uno repitió.
Este camarón resultó más terso que la esquila, buen tamaño, cocción perfecta y un buen plato de ellos, sin la típica piel rasposa que caracteriza a cierto tipo de camarón de dudoso origen.
En medio de la ración aparecieron Jaime y familia, con intención de comer en el restaurante, son asiduos del lugar.
Al final los camarones me gustaron un montón, pero tengo pendiente todavía un par de visitas, en breve a la feria del centollo, y me han comentado que preparan piezas de pescado fritas similares a como las elaboran en China, donde se comen hasta la espinas crujientes como si fueran snacks. También últimamente han perfeccionado el carpaccio de lubina acompañado de una emulsión de aceite, este sí lo he probado y está de vicio.