Enero 2014. Nos acercamos, Agus y yo, a probar unos callos que hace la cocinera y que quitan el hipo. Antes de comenzar, blanqueo en la barra. Un blanquito de solera, suavecito y fresquete, como manda la tradición.

Con el blanco, tapa de caldo. Algo que se agradece en estas jornadas invernales, y si ya que tienes un blanco en la mano añades algo de este al caldo. Así lo enfrías un poco y le das sabor.

Nada más llegar, que estaba prácticamente vacío, se empieza a llenar de gente a por los blancos. Lo que confirma mi primera impresión: de bar de blanqueo, con cuadrillas incluidas y clientes habituales.

De segunda tapa, croqueta. Por cierto, muy buena la bechamel y buen sabor a carne de cocido.

Una vez sentados nos enteramos que no había callos, se habían acabado. Así que decidimos tomar unas raciones y seguir con el blanco.

Comenzamos con una asadurilla. Buenísima, la tradicional asadurilla con parte dura y parte blanda, al cincuenta por ciento. Con una salsa de esas que empiezas y siempre se te acaba el pan, un poco picantilla. Una delicia de la cocina tradicional española, si los callos son similares hay que volver a por ellos en cuanto sea posible.

Otra ración, pimientos rellenos de bacalao. Deliciosos, el relleno era de bacalao, había bechamel pero imperaba el bacalao. Una deliciosa salsa de tomate. Mi enhotabuena a la cocinera. Los pimientos estaban de escándalo.

Y ya no había mucho más donde elegir, así que para rematar unos huevos con patatas fritas y jijas. Las jijas muy buenas y los huevos y patatas muy bien hechos, merecieron la pena.

Un típico bar donde tomar unas raciones y quedarte a gusto, con una cocina tradicional excelente y el precio también. No me acuerdo de lo que fue, creo que 21 euros, pero la verdad es que no estoy seguro al cien por cien. 

Pues no era algo mmas aparecio la nota.

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Por El Mule