Cuando tienes invitados buscas lugares que no fallen y que se acomoden a sus gustos. El Hostel es un lugar que cumple con estas características y que nunca falla, reservamos y hacia allí nos dirigimos.
Si hay algo que diferencia a Javi y a su personal es que están atentos al más mínimo detalle, empezando por el pan, que gustó a todos los presentes, yo me excluyo pues ya lo conocía.
Nos sirvieron un aperitivo de sobrasada sobre pan de brioche. Potente como todas, aderezada con algo de miel, sorprendente, no es santo de mi devoción, pero al resto les gustó un montón.
Comenzamos con unos entrantes. Algo que no puede faltar en el lugar, el tomate. No sé cómo lo hace, pero se surte del mejor tomate que pueda encontrarse en España para cada fecha; en verano está claro, en Cantabria, pero el resto de año… Almería, Málaga, Granada, etc… El tomate venía aderezado como a mí me gusta, aceite, vinagre y sal negra, más algún fruto seco.
Como entrante también disfrutamos de lengua, la mitad con pimentón y el resto sin acompañantes, un verdadero espectáculo de fiambre.
De primer plato compartimos unas raciones de las afamadas fabes del lugar, un cocido que ha convertido al Hostel en un lugar de peregrinaje para los seguidores de este tipo de cocidos, elaboradas con fabes de la Finca La Caxina, del que ya he comentado en más de una ocasión. Por decisión unánime le concedimos la medalla de oro al cocidazo del año.
Terminamos con un par de raciones de bacalao en dos salsas, pil pil y tomate. La salsa de tomate es única, todos los presentes coincidimos en que el bacalao no podía estar más en su punto y que las dos salsas que le acompañaban lo hacían como el mejor de los maridajes.
Terminamos con café con helado y sobao con Tostadillo.