Hemos Comido en Baobab en Valencia, lo tenía fichado de mis dos últimos viajes, pero lo no logré encontrar mesa. Esta ocasión no dejé pasar la oportunidad.
Llama la atención desde el exterior, me gustó su formato de cocina a la vista y una gran barra donde comer, también hay la posibilidad de comer en mesa de comedor, pero yo soy más de barra, y más aún estando solo como estaba. Pude comprobar que la bodega era impresionante y muy selecta.
Tanto la cocina como la bodega hay que disfrutarlas y el local también, su decoración resulta muy atrayente. Raúl Aleixandre, chef de Baobab, apuesta por productos de gran calidad y una barra que invita al disfrute
La cocina a la vista es otro de los pasatiempos que puedes disfrutar mientras esperas, o durante la comida, puedes ver como se cocina lo que te van a servir.
La comanda la tomó un gran profesional de sala, no sé su nombre, pero supe reconocer el buen hacer de su trabajo. Al final llegamos a un acuerdo en cuanto a qué pedir y pude disfrutar del discurrir de una cena de los más cordial.
Antes de comer tomé una copa de champagne, no me di cuenta cual me sirvieron, pero me pareció Mumm. Con la comida me sirvieron Marie Stuart Passion, un vino que no había probado nunca, de apariencia dorada e intensa fruta y aromas florales, muy de mi agrado.
De entrante tome la albóndiga de bacalao. Una suerte de buñuelo que realmente me sorprendió, esponjoso, sabroso, con un rebozado similar a la tempura. También un entrante en forna de croqueta tradicional, de lo más agradable, con un exquisito sabor a de pollo especiado, inusual y deliciosa.
Dentro de los entrantes tomé un cucrucho de changurro. No me convenció, imperaba sobre el centollo el sabor a tomate, no era lo que me esperaba.
Continue con el mejor tartar de atún que he tomado últimamente. El atún únicamente bañado el salsa de soja y algo de limón, acompañado de mostaza, ni más ni menos. Cortado en dados de buen tamaño, la ración resultó generosa. El atún no sé de donde procedía, pero su calidad y frescura no dejaba lugar a dudas de que era de primera. Lo que veis es media ración, creo que podreis imaginaros lo que será una entera.
Coca de anchoa, espuma de tomate, rábano y panceta. Lo bueno de comer en la barra es que puedes observar lo que se cuece en la cocina, no salía de mi asombro observando como uno de los cocineros se afanaba en limpiar unas anchoas de Santoña, sobándolas y limpiándolas hasta dejarlas en formato mariposa y con la piel visible. No me pude resistir a pedir uno de los productos estrella de la barra, la coca de anchoa con panceta, un complicado mar y tierra que me sedujo desde el primer bocado. La anchoa de buen tamaño, se complemetaba con la grasa de la panceta, en vez de acompañada de aceite de oliva o mantequilla, genial.
Terminé con pastel rabo de toro. Todo cocina tradicional, sin fisuras y el rabo de toro no iba a ser menos. Toda la potencia contenida en la ración, sobre un parmentier que a mi entender es el mejor acompañamiento de esta elaboración. Suculenteo, sabroso, potente, condensado en una también generosa ración. Me quedé con ganas de probar más, pero ya estaba lleno, tendré que repetir en mi próxima visita a Valencia.
De postre unas especialidades de la casa, al que por cierto me invitaron, helado de coco y torrija.
Cuando comes tan a gusto y tan bien lo de menos es la nota, aunque el RCP es inmejorable y más aún en pleno Valencia.