Hemos Comido…en Parets del Vallés en El Jardí, un restaurante de larga trayectoria y gran fama.
Hace 85 años que se inauguró el restaurante El Jardí, está situado en pleno centro de Parets.
El restaurante consta de tres ambientes, el bar, el jardín y los comedores interiores, el de arriba con chimenea y el de abajo, donde se encuentra la bodega.
Dispone de grandes instalaciones y un jardín, que en verano tiene pinta de no tener rival por los alrededores.
Instalaciones del todo clásicas, el comedor donde comimos estaba presidido por una estufa de leña que hacía muy agradable la temperatura.
Para comenzar, y a modo de aperitivo, nos sirvieron una crema de espinacas coronada por unas gotas de un aromático aceite de oliva.
Dispone de una carta con una representativa bodega catalana, algo difícil de encontrar por la zona barcelonesa, más centratada en vinos de otro origen que los locales. Al final optamos por Recaredo Terres Brut Nature de 2015, una correcta elección del otro comensal, ya que era una comida de empresa y el anfitrión era él, por cierto éramos tres comensales.
Comenzamos con algo que me digeron que eran calcots rebozados con romescu. Sorprendentes, el rebozado se asemejaba a una tempura, me recordaron mucho a las flores de calabacín. Muy agradables, buena elección.
Manos con gamba blanca y setas. Espectaculares, aunque el aspecto del plato no sea muy atrayente, os puedo asegurar que una vez en la boca resulta verdaderamente superior. Texturas leñosas, gelatinos y tersas conforman un conjunto en el que los sabores marinos, fungi y el gusto intenso de las manos, hacen de esta elaboración algo muy, pero que muy, atrayente.
Pulpo braseado. Bueno de sabor y con un rico acompañamiento de pimentón. Resulta una suerte de pulpo a feira, pero con otra presentacion, para empezar el pulpo es de verdad, de hecho lo vi cocer; el pimentón era de una calidad superior; en la base un puré de patata bastante afrancesado y un chorro de un sabroso aceite de cercanía.
Jabalí. Un guisazo, después de unas horas a fuego lento, jugosidad, sabor y textura inigualables. Esta elaboración resultó sublime a mi entender, un guiso que se deshacía en la boca, con una clásica salsa de montaña, jugo de la cocción, acompañado de una mermelada muy poco dulce de pera. Cocina de montaña de la de siempre.
Carrilleras con setas. Un final que merece la pena, acompañadas de unas patatas fritas de diez, una elaboración fruto de cocina de cercanía impregnada de productos de alrdedores y elaboraciones tradicionales en manos de nuevas generaciones.Que continue la tradición, que creo es de lo que se trata.
Para terminar un flan por cabeza.
Tras una charla con el dueño, nos llevó a la cocia donde seguimos charlando con el chef, formado en Francia e hijo del dueño, que nos recomendó si en alguna ocasion nos acercábamos, que avisáramos y nos procuraba una liebre a la royal, que es una de las especiallidades insignia de la casa.