Marca España es una política de Estado, cuya eficacia reside en el largo plazo. La garantía de la continuidad del proyecto Marca España es que nazca y se desarrolle fruto del consenso, por encima de cambios políticos.
Su objetivo es mejorar la imagen de nuestro país, tanto en el interior como más allá de nuestras fronteras, en beneficio del bien común. En un mundo global, una buena imagen-país es un activo que sirve para respaldar la posición internacional de un Estado política, económica, cultural, social, científica y tecnológicamente.
Así se explica en parte que es Marca España, pero no es la primera vez que intentando presumir de la gastronomía de mi país (uno de los pilares de esta marca) me encuentro con situciones que no hacen otra cosa que desprestigiar su nombre. En la mayoría de las ocasiones en lugares de entrada a España del objetivo numero uno de esta promocion, atraer al turismo exterior.
Mi primera toma de contacto con un hecho de similares características fue en el blog de mi venerada Garbancita, donde en un artículo de su blog nos cuenta su experiencia: «Lo Vergonzoso de la Marca España». Esa mezcla de profesionalidad, frescura y simpatía que ha venido a renovar el anquilosado y anticuado mundo de la crónica gastronómica española y que dice claramente y sin tapujos algo de todos sabido, pero por nadie dicho.
Si hay algo que me incomode en exceso es la verguenza ajena y eso es lo que me produce encontrarme con situciones como las que paso a relataros. Imaginaros que la primera toma de contacto de un visitante a nuestro país es algo como lo contado por Cristina o lo que comentaré a continuación.
Aeropuerto de Barajas, procedente de Tenerife llega mi hija en el avión con retraso y se encuentran con cinco horas muertas en Barajas a la hora de comer. La aerolinea se hace cargo del coste de la comida en los restaurantes del aeropuerto, pero solo admiten el canje en Eating Point y el resultado es el siguiente:
Precio del menu 20€.
Primer plato: patatas bravas con una salsa gomosa que parecia gominola (palabras textuales) rozando la salubridad, de las que no hay fotos claras, plato zona izquierda de la foto.
Segundo plato: pollo al laurel, algo negro con un aspecto infame por no decir asqueroso, quemado por zonas y cocido al mas puro estilo cuartel.
La muy inocente pagó, no pidió libro de reclamaciones y solamente sacó un par de fotos que me envió por WhatsApp.
Voy a buscarla al aeropuerto después de cinco horas dando vueltas por Bilbao y alrededores haciendo tiempo. Llego muerto de sed y voy directo a la máquina de refrescos para tomar un Acuarius. Me fijo en que vale 3€ y para más sorpresa en la parte superior de la máquina leo el siguiente cartel: «Se admiten tarjetas de crédito», lo cual no me sorprende lo más mínino, después de pensarlo pausadamente, debido al precio del refresco. Ya solo faltaba un cartel anunciando alguna empresa de créditos rápidos.
Cogí el coche y me fui al bar más cercano, que por cierto tampoco era tan barato, pero la diferencia sí que fue de 1€, me gaste más en gasolina que la diferencia pero me quedé a gusto, quite la sed y no pagué los tres euros.
Al final lo que cuenta es la primera impresión de un turista a su llegada a España, a un lugar como Madrid y que se encuentre con un sitio con un precio del menú desorbitado para lo servido, y además de estas características. Añadido a lo anterior, servido no de muy buenas maneras, tal que esto es lo que hay si lo quieres lo comes y si no te vas.
Se intenta vender una imagen de España que en muchos casos no se corresponde con la realidad, esta imagen se salva milagrosamente al existir otro sector hostelero que mima el producto y cuida al cliente. Quienes se deben de ocupar que estos casos no ocurran parecen no estar presentes y es algo que se repite con cierta asiduidad.
Así se trata al turista encarcelado durante unas horas en el aeropuerto más importante de nuestro país. ¿Que habrá pensado algún turista en similar situación? y ¿que impresión se lleva?.
Señores por favor, Marca España es OTRA COSA, o jugamos todos o se rompe la baraja. Mi mente quiere creer que es algo a título anecdótico, pero temo que no sea así.
Por El Mule