Hemos Comido…en La Tolva, en Puertochico, vine a tomar la tortilla con la que concursa en el Concurso Regional, vi la oferta de setas y reservé para el día siguiente.
Noviembre 2016. La tolva, también la llamábamos la arenera, era el lugar donde se descargaba arena recogida de la bahía destinada a la construcción; una de las señas de identidad del entorno de la bahía que despareció con su derribo, a mi entender debería haber perdurado porque explica la historia del entorno y la evolución de los oficios. Dragas, ganglios, tolva, todo desparecido en aras del progreso, si no recordamos el pasado volveremos a cometer los mismos errores. Bueno, eso es harina de otro costal.
Con un total de nueve elaboraciones ofertadas me llamó la atención y me bajé con la famila. Tres comensales, dos de ellos celiacos para los que no hubo ningún problema pues conocían perfectamente el trato en cocina.
Comimos con un Agustí Torrelló por copas, algo que empieza a ser cada vez más habitual, hace escasas fechas encontrar un cava por copas era tarea imposible y últimamente parece que se extiende su consumo y empieza a ser habitual.
De tapa me pusieron, pues las celiacas no podían, un pincho de tempura de verduras muy interesante, crujiente en el exterior y muy al dente en el interior, buen aperitivo.
Y una croqueta, de las que no soy muy devoto, pero esta tenía buen sabor y una bechamel bastante fina.
Para las celiacas una curiosa gilda con mostaza y pimentón LG=(libre de gluten).
También a modo de aperitivo tomaron la tortilla con la que compite este año, la de la fotografía del pie, un curioso macarón de tortilla, muy bueno por cierto, cuajado en el exterior y líquido en el interior. Les encantó.
Comenzamos con un plato potente de sabor y extremadamente jugoso, revuelto de bacalao y hongos. Buen sabor a bacalao y peristencia de sabor de los boletus y algo más liviano el de las trompetas. Muy buena entrada a las jornadas.
Dicen que si hay una seta ideal para que la capture un novato interesado en micología es ésta. Su carne es fina y sabrosa, pero si se come sin cocinar (crudo, plancha, toque de horno, etc) nos puede a sentar mal. Al parecer, deben de cocer al menos durante veinte minutos y tirar el agua.
Seguimos con una ración de pie azul con gambones. Los gambones estaban perfectos y parecían de otro mundo, jugosos y exhultantes de sabor. Aquí lo de menos eran las setas pues los gambones brillaban por sí solos.
La seta pie azul es espesa y tierna, sobre todo en el sombrero, algo más fibrosa en el pie, de color lila pálido o blanquecino. Su olor es afrutado, es una seta muy aromática, su sabor es dulce y agradable. Realmente no ensombrecía a los gambones, complementaba ligeramente.
Níscalo estofado con jabalí. El miedo que le tengo al níscalo es que predomine el sabor a pino que suele ser habitual en ellos. Carne dura y compacta, de color mucho más pálido que el exterior de la seta, algo más anaranjada hacia el borde, consumida habitualmente en amplias zonas de la geografía española, sobre todo cuando la seta es joven.
El guiso resultó espectacular, buen sabor una salsa bien ligada que recoge el sabor tanto de las setas como de la carne, uno de los mejores guisos de montaña que he tomado últimamente.
Y para terminar las jornadas una degustación de setas. Otro guiso espectacular donde primaba el sabor, acompañado de una melosa salsa donde se reunen varias seta, boletus, trompetas, rovellons, pie azul, etc… Muy bueno.
Para terminar un postre al que se apuntaron los otros dos comensales, un chocolate relleno de trufa y frutos rojos.
Bueno, unas jornadas que me resultaron muy sorprendentes a la par que recomendables.
Hay que destacar la calidad y calidez del servicio y una general generosidad en las raciones, muy buena relacion calidad precio.
Por el Mule