Hemos Comido…en La Cigaleña, un lugar habitual, donde Andrés representa perfectamente el espíritu del vino.

Julio 2017. La Cigaleña en uno de los mis lugares favoritos en Santander, Andrés es una de las almas del lugar, otra su hermano, y otras que marcan claramente el carácter del restaurante son una serie de empleados que llevan trabajando aquí muchos años, cada uno con sus peculiaridades, pero marcando una clara impronta; la cocina últimamente ha tenido diferentes cambios, pero siempre manteniendo su personalidad.

La Cigaleña Santander Cantabria

Esta vez tuve la suerte de poder hablar un rato con Andrés (si se presenta la ocasión lo hago pues nunca es tiempo perdido, siempre aprendes algo), le expresé mi frustración porque La Cigaleña no estuviera más encumbrada, elevada a los altares, ya que es un lugar muy especial, donde la oferta de vinos es inmensa e única, donde te puedes sentar a tomar un menú maridaje elaborado sobre la marcha. Y por último, y no por ello menos importante, donde terminas y no tienes que acercarte a la oficina más cercana del Santander a pedir un crédito hipotecario para pagar la cuenta.

La Cigaleña Santander Cantabria

La Cigaleña cumple con una máxima que no se da en todos los lugares con una oferta de vinos tan extensa y es que esta oferta ha de contar con el beneplácito de Andrés, lo que implica su conocimiento de todos los vinos que aglutina en su colección. Otra característica a tener en cuenta es su apuesta por vinos de origen natural, vinos sin sulfitos.

La enología moderna justifica la utilización de los sulfitos por ser antioxidantes, fungicidas, bactericidas, se emplean para evitar oxidaciones en el vino y para controlar industrialmente los distintos procesos que ocurren desde que entra la uva en bodega hasta que se convierte en vino. La consecuencia para el vino es que altera su naturaleza: a partir de ciertas cantidades ya es apreciable en su sabor y aroma. 

Cuando hablamos de vinos naturales entendemos que no llevan sulfitos añadidos.

La Cigaleña Santander Cantabria

En esta ocasión no hubo un desfile de vinos como suele ser habitual, pero comí con un borgoña de Benjamin Leroux, un vino que ya he tomado en otras ocasiones que resulta muy de mi agrado y que me acompañó durante toda la comida.

Comí dos medias raciones, pues no estaba con mucho hambre y son de buen tamaño. Comenzé con unas albóndigas de bonito, las primeras de este año y al principio de la temporada de este pescado. Os diré que a la entrada de la bodega me encontré con Paloma Castillo, una buena amiga, tomando una ración de estas albóndigas con un grupo de gente y me las recomendó, efectivamente no erró para nada el tiro, estaban buenísimas. Por cierto, Paloma es una gran cocinera, tiene un blog de música y cocina bastante interesante, aunque lo tiene algo olvidado últimamente: Portobello corner.

La Cigaleña Santander Cantabria

De segundo jabalí, con una de esas reducciones que se tarda horas en hacer, poco a poco y que tienen como ingrediente principal de la salsa vino tinto. Salsa melosa y carne tierna de potente sabor sobre puré de patata. Un elabroración de caza mayor, sabores que me recuerdan a Castilla y que se entremezclan con el sabor de un vino que parece hecho para acompañar a esta elaboración.

La Cigaleña Santander Cantabria

Para terminar un coulán de avellanas y chocolate, buen fin de comida.

La Cigaleña Santander Cantabria

Hoy la fiesta fue efímera, pues después tocaba vuelta al trabajo, y trabajo + alcohol = agua+aceite, para mí son incompatibles, así que me contenté con una sola copa para toda la comida.

La Cigaleña es única en todos los aspectos, y si hay algo que me fastidia es que no tenga la fama de debería. Es conocida en ciertos círculos gastronómicos, pero merece mucho más. Aunque egoístamente hablando, igual estamos mejor así sus seguidores pues nos permite acercarnos de vez en cuando y encontrar una mesa libre.

Por El Mule

 

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