Nos reunimos con Pablo y algunos bodegueros de Cantabria en el encantador restaurante Conde Luna, ubicado en Cueto.
La velada comenzó con unas rabas de calamar, doradas a la perfección, cuya fritura ligera realzaba el sabor inconfundible de este cefalópodo.
A continuación, nos sorprendieron con unas alcachofas con jamón, claramente artesanales, que se revelaron como una elección perfecta para los entrantes.
El siguiente plato fue un pocillo de cocido montañés, que conquistó a todos los comensales con su textura untuosa, su compango sabroso y unas alubias cocinadas a la perfección. Este plato, tan arraigado en la cultura cántabra, nos brindó un cálido abrazo culinario en un frio día.
Para los segundos, se ofrecieron dos opciones: entrecot o mero a la brasa. Tuve el placer de probar ambos y ninguno defraudó. El mero, fresco y jugoso, estaba cocinado en su punto exacto, mientras que el entrecot, tierno y sabroso, se deshacía en la boca, dejando una impresión duradera