Poco he tardado en volver a uno de los locales de moda, desde hace muchos años, en la capital cántabra.

De moda o clásico, yo diría que un clásico que se mantiene de moda.

Ha pasado por diferentes fases, una inicial de tapeo donde el rey era el pincho, avalado por una cocina tradicional de producto; hasta no hace mucho lugar de reunión de los STD para disfrutar de una comida habitualmente de negocios entre semana y familiar el fin de semana, y últimamente premiado por sus tortillas.

En esta ocasión quedamos los cuatro comensales en la barra, donde pude comprobar de primera mano el rular de las tortillas.

Comenzamos con un aperitivo de la casa, algo habitual en el comedor, aunque también en la barra, nos sorprendieron con una rica sopa de ajo.

Corte de queso y trufa con vinagreta de tomate y miel. Este no falla, es uno de los buques insignia de la casa en la categoría de entrantes, todos los que le probamos repetimos.

Rabas. Algo que no puede faltar cuando nos reunimos cuatro santanderinos. Muy buenas, crujientes, rápidamente fritas, bien escurridas y con el toquecillo salado que a mi tanto me gusta en este frito.

Buñuelos de bacalao. Los pedí rememorando la elaboración que hacía Nacho Basurto y que consistía en un buen trozo de bacalao como centro del buñuelo; aquí son los clásicos, que por cierto están muy buenos.

Todo fue compartido. Lo siguiente fue la afamada y premiada tortilla de la casa, deliciosa, la auténtica tortilla de Santander.

Unas albondigas que eran un primos, jugosas se deshacen en la boca.

Para terminar el huevo homenaje a Ca Sento con foie boletus y jugo de carne. Una ración ya conocida, pero de la que merece la pena repetir.

Para terminar tres tartas de la casa, de queso, limón y manzana.

Por El Mule

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