Hemos Comido…en El Riojano, últimamente no me echan de aquí ni a tiros, ¿por qué será?
Marzo 2018. Pues está claro, por que su oferta y su RCP son de lo mejorcito de la ciudad, una cuidada selección de productos y unas instalaciones únicas. Así que, sea el día de la semana que sea, a la hora de comer o cenar, podrás comprobar que en la barra no cabe un alma y en el comedor tres cuartos de lo mismo.
Todos los años, coincidiendo más o menos con nuestros cumpleaños, nos juntamos cuatro compañeros de trabajo a comer. Cada año suelo buscar el lugar y elegir los platos en muchos casos también, por que a excepción de Marta, la única chica, los otros dos son más clásicos que un vals, y del Rioja y el chuletón no les saca nadie; así que aprovechan estas ocasiones para sacar los pies del cesto y dejarse aconsejar.
Comenzamos dándole un vuelco al Rioja y apostando por Jumilla, un Juan Gil 2015, un vino que no conocía ninguno de los presentes a excepción de mí y que figura en mi ranking particular como de mis favoritos de su clase. Un best-seller, esta es la mejor manera de sintetizar este vino, cuando un vino de una zona menospreciada durante décadas convence a tantos consumidores, uno debe forzosamente prestarle atención.
Un monovarietal de monastrell, intenso en nariz e intenso en boca, pero elegante, recuerdos a regaliz, finos tostados, balsámicos pero sobre todo, fruta, toneladas de fruta madura y jugosa.
Si hay algo que diferencia al Riojano en su servicio es ese toque de elegancia clásica y profesionalidad acompañado de un cierto nivel de complicidad.
He de deciros que, de los cuatro comensales, dos se estrenaban en el restaurante, algo que todavía me cuesta creer.
Comenzamos con uno de los platos estrella del lugar y que yo cada vez que vengo lo tomo, la ENSALADILLA, por que según todos es una ensaladilla con mayúsculas.
Continuamos con unas mollejas. Perfectas, ni una gota de aceite, crujientes a más no poder y jugosas en su interior. Repito, perfectas.
Y otro al que le doy duro últimamente, los torreznos. Caprice des dieux. Todos coincidíamos en lo mismo: la comida, un lujazo.
Y pasamos al chuletón. La última vez que estuve se les había terminado justo en al mesa anterior, pero esta vez no dejamos pasar la ocasión. Chuletón de rubia gallega, no voy a extenderme en calidades, elaboraciones y demás familia, pues salta a la vista.
Para terminar, pluma de cerdo ibérico, que no habían probado nunca algunos de los comensales y que les dejó con la boca abierta.
José no dejó pasar la ocasión de comerse la manzana, algo que ya sabíamos todos desde el principo. Por cierto, le gustó la acidez característica de esta clase de manzana.
De postre compartimos tres, a cual mejores: helado de quesucos, flan de la casa (impresionante) y tarta de chocolate.
La nota resultó dentro de lo esperado y nos invitaron a lo que habíamos tomado en la barra.
El Riojano, si quieres quedar bien no lo dudes.