Este es un viaje de los que suelo hacer por las delegaciones, comprobando que todo va bien y de paso dando un repaso a los equipamientos.
La ruta comienza en Santander. Madrid primera parada, aunque suelo ir en sentido Barcelona esta vez tomé el sentido contrario, en dirección Madrid, Málaga, Valencia, Barcelona y vuelta a casa.
Primera parada en Madrid. Auténtico cine de terror o más bien comida poligonera de inframundo, en la calle Del Hierro. Anteriormente lo llebava otra gerencia, la comida era decente y el servicio muy simpático; hoy en día es un auténtico «baño de grasas», todo tiene grasa y aceitón, hasta el café si te descuidas. Por cierto, creo que se llama El Buen Comer, para más INRI; antes se llamaba Diamante.
Esa tarde dormí en Madrid con la intención de salir a primera hora con destino a Málaga, así que la cena la fue un apaño rápido pues habíamos reservado en mi favorito madrileño, Sacha, pero surgió un imprevisto y no pudimos desplazarnos fuera de Boadilla del Monte, que era donde me quedaba. Picamos algo en PintxAki , lo merjor será olvidarlo, pues no había por donde cogerlo.
Restaurante Santa Ana (Madridejos), salida 112 de la autovía del Sur o A-4, antiguamente llamada autovía de Andalucía, dirección Cádiz. Desayuno bocata de solomillo…..no me lo pierdo nunca, a la brasa (el pan también). Si has salido a las seis de la mañana con el café bebido te sabe a gloria.
Llegada a Málaga a eso de las diez de la mañana, toda ella ocupada hasta las tres. El hotel se encontraba en el centro de la ciudad, por cierto es un hotel que me encanta y al que procuro ir siempre que puedo AC Hotel Malaga Palacio. Salida a la carrera hacia la calle Larios y alrededores a comer algo, en lo que encontrase abierto, lo bueno que tiene Málaga es que muchos restaurantes están abiertos de continuo.
Lo Güeno. Os lo digo en voz baja, procurad evitar los locales con estos nombre que enfatizan la calidad de los productos, lo bueno, el templo de la.., el buen comer, el buen yantar, etc, por que habitualmente es lo único que les queda, el nombre.
Comida, unos mejillones franceses, buenos, y un chivo guisado que solo eran huesos y que me vendieron como al ajillo. Por cierto, discusión también por el sitio donde sentarme ya que querían colocar a toda costa en la terraza y es algo que no me gusta nada.
Día y medio de viaje, a excepción del desayuno, ni una, se me empieza a acumular la mala leche.
Toda la tarde de paseo y cena frugal, pero de desquité en La Reserva del Olivo. Gambas recién cocidas y copa de champagne, inmediatamente se me pasó la mala leche, ya podía afrontar el viaje a Valencia con otro humor.
Salí de Malaga prontísimo con todo cerrado. Con el camino más avanzado hice una parada en Venta La Petra. Tomé una ensalada murciana, un lujazo de desayuno. Paré en este sitio por que se llama como mi madre, Petra, y la mayoría de las veces que hago caso a mis impulsos no fallo. El precio fue irrisorio, no lo digo pues no lo creeríais.
Por cierto, la carretera es una paliza, plagada de obras y con gran tráfico de camiones, el asfalto estaba hecho migas. A eso del mediodía llegué a la provincia de Valencia, por un trazado sin autovía y ya cansado paré a comer en un sitio donde había gran cantidad de camiones, en un asador, restaurante El Serrano, en Mogente.
La comida resultó desigual. Sepia a la plancha que estaba para ponerle un piso, la mejor que recuerdo, además venía con fijación de ella desde Santander, ya que hacía mucho que no tomaba una y al verla en la carta no lo dudé un instante. Y de segundo un churrasco infame, no he visto nada igual nunca, un trozo de grasa a la brasa (supongo), eso sí, la patata asada que le acompañaba estaba muy buena. De aquí directo a Picanya, en donde acabé a eso de las siete y me fuy al hotel, por cierto, que repetía ya que la vez anterior me resultó muy comodo y bien situado, con el centro de Valencia justo al otro lado del Turia y con fácil salida, Silken Puerta Valencia.
Estaba clara la cena, arroz, si no es así me da algo. Un arroz del señoret en un restaurante pegado al hotel, muy recomendable por todo: carta, vinos, servicio, instalaciones y buen precio. Restaurante Flor de Valencia
Salí de Valencia muy pronto, por lo que no encontré ningún lugar abierto para desayunar, paré en Oropesa del Mar, huyendo de los Auto Grill de la AP-7, ya a una hora más normal para encontrar algo abierto. Y lo encontré: Bar El Olivo. Desayuno de campeones en un baruco del centro del pueblo que estaba abriendo en ese momento y que llegó a ofrecerme hacer una tortilluca francesa de dos huevos. Bacalao desmigado con su puntito de sal, como mandan los cánones, tres eurillos café y media ración.
Llegada a Barcelona, donde me esperaban las chicas del Call Center con un «concurso de cocina» que hacen en ciertas ocasiones, todos ponen algo y se lo comen juntos.
Al mediodía comida en SAK, en la Llagosta suele ser lo habitual para comer, ya que está cerca y dan un menú bastante decente con un buen precio. Una vez terminada la jornada, que solemos terminar tarde, una ducha y a cenar. El alojamiento esta difícil por los alrededores de Barcelona y en las fechas en las que me acerqué todavía más, ya que coincidía con la Mobile World Congress Barcelona 2019. Esta vez me quedé en Badalona.
Mi amigo Jordi me sacó a cenar por los alrededores, le habían recomendado este lugar, Fuster en Sabadell, un restaurante en un polígono industrial que resultó ser un buen descubrimiento. Probé por primera vez la galta a la brasa, también tomamos unas alcachofas y unos chipironcitos andaluces, muy buena cena.
Y vuelta a casa con parada en La Rioja, en Arnedo. Restaurante Sopitas, todo un descubrimiento, una cueva donde se atesora una gran cocina y unos vinos únicos. La comida resultó extraordinaria, un cocina de corte tradicional puesta al día: carcoles, borraja, pimientos de cristal, etc. Un final de viaje de lo más gratificante.
Como podeis ver al viaje no le acompaña el glamour de un viaje de placer, con muchos aquí te pillo y aquí te mato, pero tampoco se ha dado mal del todo.