Hemos Comido…en El Remedio, después de visitarlo unas cuantas veces, en la última ocasión me enteré de que tiene comedor en la primera planta, que fue donde nos instalaron esta vez.
Junio 2019. Tenía ganas de que conociera el lugar mi hija y enseguida encontramos una excusa para acercarnos, ya que es un restaurante que cada vez nos gusta más.
El entrono es una gozada, la bodega también está a la altura y en esta ocasión disfrutamos del cava en la terraza, un Recaredo Terrers Brut Nature 2015 Corpinnat. Es un Brut Nature totalmente seco. De color amarillo pajizo, con burbujas pequeñas y continuadas. En nariz dominan los tonos balsámicos y la fruta madura. Las frutas cítricas imperan en una boca muy viva y fresca. Como la mayoría de los cavas, es capaz de acompañarte a lo largo de toda la comida, aunque yo luego seguí con agua pues me tocaba conducir.
Mientras esperábamos la comanda degustamos unos aceites ya conocidos de otras visitas.
Comenzamos con unos langostinos que ya habíamos tomado en otra ocasión y que resultan deliciosos y perfectos de punto. Da gusto verlos sobre la mesa y más aún paladearlos.
Continuamos compartiendo también unos espárragos. De buen calibre, recién llegados de Navarra y acompañados de los deliciospos guisantes lágrima que cultiva el padre de Samu (una delicia que solo admite una manera de ser elaborarlo, en crudo). Una ración magistral, sabroso y tierno el espárrago y al igual que el guisante. Una pasada.
Mejillones en escabeche. Me encantan, ya los he tomado en otras ocasiones y me parecen una de las elaboraciones que no puedes perderte de este restaurante.
Otro clásico de la carta de El Remedio es el pastel de morcilla con queso de La Jarradilla en su interior. Casi siempre que venimos lo pedimos, no digo más.
Para terminar, una de las elaboraciones favoritas de nuestro anfitrión, la cebolla rellena de lechazo. Como base un permentier con una salsa de carne muy reducida, la cebolla asada y dentro le carne de lechazo, una delicia.
De postre helado de frutos rojos.
Y tarta rota, que yo no me suelo perder para terminar.
Como siempre la visita merece la pena.