Hemos Comido…en Casa Enrique, donde comer es siempre una vuelta a la cocina de siempre, de puchero, de temporada, a la cocina de paciencia.
Y en temporada, qué mejor presentación que un tomate de Cantabria con un buen aceite de Goldlis, un aceite de oliva virgen extra, elaborado en Aceites Lis, que ha sido galardonado como mejor AOVE de Aragón de la temporada 2018-2019 por la Escuela Superior del Aceite de Oliva de Valencia.
Goldlis es un aceite premium, compuesto por las variedades arbequina y arbosana. Este virgen extra se extrae de las primeras aceitunas que se recogen en la temporada, normalmente recolectadas en el mes de octubre, lo que le otorga mayor intensidad en cuanto a aromas, color y sabor. Y como pude comprobar marida a la perfección con este tomate bastante maduro y más afrutado a lo que estoy acostumbrado. Aceite, tomate y sal, una combinacion de diez.
En esta primera incursión comencé con un Real Agrado 2018 de garnacha de las Bodegas Viñedos de Alfaro, un fresco rosado perfecto para iniciar una comida.
Otro de los puntos fuertes de Enrique es su pan, uno de los mejores acompañantes a la siempre presente mantequilla como aperitivo, un gran guiño a la tradición lechera cántabra y una constante en los aperitivos de hace años.
En esta ocasión me entró por el ojo una fabada. Al final resultó ser un guiso, en mi opinión, superior a la fabada y que lo único que compartían es la alubia. Fabes mucho menos camufladas que en la fabada y con mayor fondo de verduras; digamos que era un guiso con fabes.
Ya solo me quedan por probar las lentejas de los guisos de cuchara famosos del lugar, de los otros dos (caricos y fabes) lo único que tengo son alabanzas.
Continué la comida con Tamaral, un tinto monovarietal de tempranillo, mucho más intenso que el anterior rosado.
En Enrique no puedo entender una comida sin su lengua con tomate, primero por exclusivo y segundo por lo artesano de la salsa. El conjunto que me retrotrae a la infancia en casa de mi abuela, donde este plato era uno de los preferidas de ella, todo lo que fuera casquería le encantaba y lo cocinaba como nadie.
Para terminar, otra elaboración que también me recuerda a la infancia, aunque no fuera igual el sabor me resulta idéntico: un taco de bonito hecho como la carne mechada, pero de sabor muy similar al rollo de bonito que hacían en mi casa. Una delicia de fiambre que llamaban en casa fiambre de bonito, tan bueno frío como caliente.
La comida resultó, como siempre, una lección de cocina de fogón cántabra, como si estuvieras en una de las antiguas casa de comidas.