Esta vez tuvimos de excusa juntarnos viejos amigos y de paso enseñar a mi prima Fabiola y a su marido Leo, que vienen de Brasilia, como disfrutamos los cántabros de un viernes otoñal, a pesar de que ellos son reticentes de celebrar fuera del hogar.
Con Valentín, propietario del Muelle, tremendo restaurante en plena plaza del Barrio Pesquero, junto con Alfonso, Presidente de los sumilleres de Cantabria y director de la Escuela de Las Carolinas, más Manuel Cobo, buen y viejo amigo del colegio, gerente de Disgoursan s.l., empresa de distribución de alimentación y bebidas para profesionales en hostelería y establecimientos especializados, y César Fernández, marketing mánager de las bodegas Cunqueiro, nos tenían preparado un evento de lo más atractivo y apetecible.
En primer lugar, César proyectó un video para informar de la denominación Ribeiro, de su orografía, historia, tradición y el buen hacer desde los primeros siglos de la humanidad de esta región gallega tan bonita y singular.
Comenzamos con un vino blanco de uva Godello, su crianza sobre lías durante 2 a 4 meses le otorga untuosidad y volumen en boca, muy vivo, fácil de beber y perfecto para la magnífica ración individual de rabas.
Pasamos a otro blanco de uva Treixadura, vino con mucha tradición ya que es la uva más antigua y más habitual de la zona, da lugar a un vino con olor y con mucha fuerza en boca, que maridó a las mil maravillas con unos señores langostinos cocidos acompañados de una mahonesa casera de aupa.
El tercer envite mostró otro vino totalmente diferente a los 2 anteriores, para mí el más rico de todos, una mezcla de variedades locales como Treixadura, Godello, Albariño y Loureira, que con una leve crianza sobre lías, daba un resultado completísimo, que no hizo más que encumbrarse junto a unos tacos de merluza rebozados, que fueron el deleite de los presentes, se notaba la frescura de la merluza y el rebozado fino elegante de las manos de las cocineras, chapeau por ellas.
Para rematar la función, llegó un vino tinto, elaborado con uva mencía y garnacha, que a mí personalmente no me acabó de convencer, hay que decir que es un vino muy de ahora, muy fácil de beber, simulando a vinos franceses de uva pinot noir, de graduación alcohólica muy baja (12°) y que sencillamente podríamos decir que es un vino para diario como si fuera agua, ayudó a disfrutar de un taco de cochinita pibil con guacamole fresco bastante conseguido.
No podíamos acabar sin un buen postre, esta vez se trataba de un queso azul de Picos de Europa, rico y sabroso, y acompañando, un licor de orujo de hierbas de la propia bodega, yo aquí no puedo decir mi opinión, nada más puedo confirmar, que me sigue sin gustar, lo probé por deferencia hacia los productores, pero es que no puedo con este licor, los fans del mismo que estaban en nuestra mesa, reconocieron que estaba rico, de hecho se bebieron el mío.
Finalmente interactuamos un poquito con César y probamos la joya o revelación de su bodega, un vino blanco con una variedad Torrontés, bastante desconocida en España, muy floral y sobre todo exquisito sabor.
Fue otro gran viernes en el Muelle por el módico precio de 35 euros; ya estamos deseando volver y saber cuáles serán las próximas propuestas, algo de cerveza, champán, arroz, marisco, cuchara……. sólo Valentín y su fantástico equipo sabrán lo que nos deparará el futuro.
