La Vinoteca, un desconocido para Abraham, así que no podíamos dejar pasar la ocasión.
Para abrir boca una ensaladilla de gambas, mejor que buena, y un salmorejo refrescante. En la próxima visita no se me pasará la ensaladilla.
Comenzamos con las ineludibles gambas a la sal. Cada día me gustan más, por lo que en cada visita repito.
Sashimi de bonito. Prescindiendo del dulzor de la salsa estaba bueno, pero no me convenció.
Tras la insistencia de Koldo en que tomáramos el ravioli de papada, setas y caldo trufado, cedimos y lo pedimos. Resultó delicioso, lo diré aquí y en privado, sin que se entere Koldo. En resumen, tanto la textura como el sabor del ravioli estaban tal como lo había descrito nuestro anfitrión, por algo es una de las elaboraciones estrella de la casa. La sopa que le acompaña es otra delicia, impregnada de sabor y aroma a trufa.
Continúo como Marco, el buscaba a su mamá, solo que yo sigo buscando el ajoarriero perfecto. Tengo dos en la recámara de los que guardo un memorable recuerdo y que me sirven de guía a la hora de comparar esta elaboración de pescado de interior. El de hoy estaba a las mil maravillas, pero no me viene ese sabor que yo recuerdo como el típico de esta elaboración. Muy bueno, pero no es mi idea de ajoarriero.
Para terminar, callos con morro y pata. Los callos del año. Sabor de fondo limpio y potente, se deshace al rechupetearlo, un señor plato. Espectacular el punto del gelatinosidad, textura de terciopelo, trato del producto de manera sutil y perfecta. Una muestra de gran cocina tradicional.