Hay restaurantes que son de obligada visita, este al que me refiero hoy, lo tenía olvidado desde hace bastante, olvidado de visitar pues siempre que puedo le recomiendo y nunca ha decepcionado a la nadie.

Su cocina es sincera, como se hacía hace años, no miran ni de reojo a otras gamas que no sean artesanas y además es un lugar de cuchara.

Siempre pido prácticamente lo mismo, para qué voy a cambiar si lo que me sirven me llena completamente de gozo gastro.

Hay tres primeros que para mí son obligatorios: alubias rojas, alubias blancas con pato y garbanzos con callos, estos últimos no los tienen siempre. Y en los segundos los pimientos rellenos, que juegan en otra liga, yo diría que son prácticamente iguales a los que hacía mi madre, lo cual es mucho decir.

Comenzamos con unos caricos, viudos como debe de ser, el sabor de nuestra afamada alubia se impone. Los dos comensales quedamos impresionados por el buen guiso.

Continuamos con unas alubias con pato, mi favorito de la casa que llevo pidiendo hace décadas y que nunca falla. Una delicia de guiso.

Ha comenzado la época del bocarte y los tenían en carta, así que decidimos pedir una ración para compartir. Rebozados a las mil maravillas, jugosos, recién hechos y acompañados de una lechuga bien cargada de vinagre, sin pasarse de fritura, bien escurridos.

Terminamos con los pimientos, que como os adelantaba son de otra galaxia, juegan en división de honor.

En fin, la visita al lugar no es que sea recomendable, es que si quieres conocer cómo se cocinaba mayoritariamente en Cantabria es obligatoria, cocina tradicional como antes.

Por El Mule

 

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