Es difícil intentar cubrir todos los lugares que merecen la pena dentro de Cantabria. Hay muchos conocidos a los que vuelvo cuando puedo y otros desconocidos que van apareciendo por diferentes vías, generalmente gracias al boca a boca; entre unos y otros pueden pasar años sin volver por algún local que merece la pena.

La última visita fue hace un par de años y me quedé con ganas de volver por varias razones, entre otras su cocina y su bodega (con una buena variedad de espumosos).

En esta ocasión me pillaba de paso y decidí parar, sin mucho tiempo y sin la posibilidad de beber algo ya que tenía que conducir y luego continuar trabajando, así que el componente vinícola quedaba borrado de la ecuación.

Comencé con un choco (así llama al cachón nuestro anfitrión, de origen gallego). Muy bueno, blandito, en su tinta y como base un puré. Un guiso de la bahía donde las patatas se toman pasadas por el pasapuré, a un gallego no le pidas que obvie las patatas, siempre van a estar presentes de una u otra manera.

De segundo unas albóndigas de retinta con almendras. Por supuesto acompañadas de unas patatas fritas de ensueño, que en conjunción con la salsa son una delicia, muy buenas y jugosas.

Para terminar una mousse de limón. 

Por El Mule

 

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