Hemos Comido…en La Jara, refugio de destroyer, de blanqueadores de toda la vida e impenitentes de la tapa y la ración, en resumen: comedores y bebedores con criterio.
Carlos, el dueño y cabeza visible del local, es un tipo atípico, gran comedor y buen bebedor que aplica la máxima de: «Si a mí no me convence ¿porqué va a convencer a otro? No es la primera vez que pido alguna ración y me contesta que no lo hay porque lo que le han traido no me convence y lo va devolver. Sumando a todo ello, una cocina muy tradicional con ingredientes de excelente calidad, tapa siempre que pides algo y cháchara. La Jara está a rebosar desde que abre hasta que cierra.
La carta es breve, centrada en elaboraciones diarias, habitualmente de temporada, y ciertos elementos fijos, de los que os hablaré seguidamente.
Siempre tomo cava, ya que lo puedes pedir por copas y mantiene una buena rotación, algo que hace que el vino esté perfecto siempre. Los bebedores de cava tenemos marcados los locales que lo tiene disponible y nos movemos por ellos. Cuando digo cava me refiero cava de categoría, no de aberraciones de vinos con D.O. cava, pero orígenes inciertos y con sabores fuera de lugar para lo que yo entiendo por este vino, fuera de Cataluña no hay vida para el cava.
A lo que vamos. Una de mis aficiones y de mis compañeros de farra mañanera es desayunar aquí, o hacer el segundo desayuno aquí, en torno a las 10 de la mañana. A esas horas es muy pronto para mí como para empezar a tomar alcohol, así que me pido un café con hielo, al que acompaño con algo salado. Habitualmente abrimos boca con una gilda, para pasar luego a unas anchoas de calidad, o unos boquerones de la casa.También puedes decantarte por unos torreznos, que hacen como nadie y que han sido mi último desayuno en el lugar, gilda, torreznos y albóndigas……..de aquí al cielo, junto con el camarada que me acompañaba.
Estas fotos son de una de las últimas visitas donde comenzamos el desfile de tapas mi pareja, mi hija y yo. Ellas dos son celiacas, así que hay que andar con ojo, también en los sitios donde cumplen que ciertas elaboraciones estén libres de gluten. El picoteo se basó en unas gildas, media de boquerones, torreznos y una generosa ración de bocartes, de los primeros de la temporada y rebozados con harina libre de gluten, que estaban rebozados de vicio, acompañados de un tomate decente para la época.
Este ha sido hace uno días, nuestro comienzo de hacer las estaciones del Viacrucis (así llamaba mi abuelo a ir de tapas-vinos, ya que el no era muy asiduo al religioso). En estos días primaverales, que hace una temperatura muy agradable y contando con sitios como este, el blanqueo mañanero termina en comida, si eres capaz de salir de un lugar así, que a mi me atrapa ya que empiezo a pedir y no acabo: albóndigas de sarda, callos (hace un plato de callos, patatas fritas y huevo frito que es un delirio), incluso comer un entrecote en la barra (recuerdos del pasado). Como os decía, resulta difícil abandonar el local.
Os dejo la nota de la última ocasión, en ella podeis ver el contenido de la visita y su ajustado RCP. Carlitos, hasta muy pronto.