Acercarse a Olea es obligatorio para todos los cántabros, como mínimo, tres veces al año, en primavera, otoño e invierno.
Y hablar de Olea, a título gastronómico, es hablar de La Cuchara del Camesa. En primavera es una maravilla, el campo está precioso y hace una temperatura que propicia los paseos por muchas de las rutas que hay por la zona, tanto paisajísticas como culturales. En invierno, refugiarse alrededor de la chimenea de La Cuchara observando el exterior es toda una experiencia, sobre todo cuando la nieve cubre el valle. El otoño es uno de los más coloridos de nuestra región y también tiene el aliciente de las setas de esta época, que en La Cuchara elaboran como nadie.
Siempre que me acerco procuro tomar olla ferroviaria, en esta ocasión la olla era de alubia de Saldaña y carrillera. Decir que estaba buena es quedarse corto. Un buen fondo de verduras, una carrillera que se deshacía e inundaba de sabor el guiso. Por cierto, la ración es muy generosa.
La alubia de Saldaña es una legumbre española originaria de la localidad de Saldaña y vecinas, en la provincia de Palencia. En octubre se celebra la Feria de la Alubia, que está muy consolidada y es famosa en todo el norte de España.
Esta denominación ampara diferentes variedades: riñón, planchada, pinta, arrocina y canela. Sea como sea, las más abundantes son:
La blanca riñón, de forma arriñonada, de tamaño medio, con gran poder de absorción de agua durante el remojo, lo que hace que aumente considerablemente su tamaño.
La planchada, con un grano también arriñonado, corto y aplanado, de tamaño pequeño, si bien después del remojo se aproxima a la blanca riñón.
Son unas alubias muy aromáticas desde la propia cocción, en boca son de sabor suave y una piel muy fina, por lo que prácticamente no requieren remojo. Las bondades de estas alubias han sido alabadas con el dicho: «La alubia del Carrión, la mejor de la región y si es de Saldaña, la mejor de España».
El otro comensal de primero tomó una ensaldada, con un aspecto bien bueno como después me confirmó.
Tomé de segundo el arroz con sarda, que se caracterizaba por un buen sabor a este pescado de temporada y al igual que la olla por un fondo bien cargado de verduras, se notaba un ligero ácido del tomate. De los mejores arroces que he tomado últimamente, delicioso.
El otro comensal tomó ejemplo de mi primero, las alubias con carrillera. Le pasó como a mí, le resultaron deliciosas, tanto el caldo y la alubia, como el punto de la cariillera.
Los postres también fueron de diez. Higos confitados con queso y yogur con fresas y arándanos. Una cocina de montaña de calidad, el viaje está más que justificado.
Nos hizo un día primaveral como pocos para comer en la calle, y el sitio y sus vistas son únicos.
