Desde que el hombre empezó a beber vino ha utilizado calabazas, cuencos, copas, jarros y cualquier otro tipo de vaso para degustarlo.
Anteriormente, los materiales eran muy variados, utilizaban entre otros, cerámica, madera o porcelana. Esto fue hasta que a finales del Siglo XVII y principios del XVIII, en distintos estratos sociales, se dieron cuenta de que estos materiales impedían apreciar todas las cualidades del vino y se comenzó a beber en copas de cristal de Bohemia y de Venecia.
A partir de entonces, la copa de vino ha ido evolucionando de manera directamente proporcional al crecimiento de la cultura del vino; esto gracias principalmente a la casa austriaca Riedel, que fue la primera en estudiar las propiedades de cada vino para crear la copa perfecta que mantenga intactas sus cualidades e incluso permita elevar la experiencia sensorial que éste produce al contacto con el paladar.
Las copas Riedel son las de mayor prestigio y cuentan con diversos tipos de presentaciones según el vino, las cepas y las regiones donde se produzca.. Esta iniciativa creó bastante polémica en el mundo enológico, pero al final se ha demostrado que ha ayudado en la evolución de la cultura del vino.
Hay que distinguir la diferencia entre las copas que utilizan los degustadores para catar el vino y las que se utilizan de manera convencional para tomarlo en la mesa. Cada copa tiene unas características específicas para cada vino y existen algunas normas que indican qué copa hay que utilizar según los tipos de vino a probar.
Una buena copa se caracteriza porque es de cristal fino y transparente para que se pueda observar el color del vino, cuenta con un pie alto, y no es ni muy grande ni muy pequeña. Una de las mejores copas es la que tiene forma de tulipa, ya que permite que los aromas del vino se concentren en la parte superior debido a que es más alta que ancha. Para la cata del vino, está muy extendida la opinión de que la copa idónea es la denominada Afnor, aunque en la actualidad los gustos y necesidades de los catadores vayan en otra dirección.
También existen unas normas a la hora de decantar el vino en la copa. No se debe llenar nunca una copa hasta arriba, hay que llenarla un tercio de su capacidad más o menos para así poder contemplar su aroma, guiar el vino y no dar una sensación de saturación.
Respecto a lavar las copas siempre es más conveniente hacerlo a mano, con agua y jabón y utilizar papel absorbente para secarlas. Una vez limpias, si se cuenta con los materiales adecuados, es conveniente colgarlas por el pie para guardarlas. Si esto no es posible se posarán sobre su pie, en ningún caso hay que dejarlas boca abajo ya que se pueden romper e incluso generar malos olores. Si se van a probar distintos tipos de vinos en la misma copa, conviene enjuagar bien la copa antes de decantar el nuevo vino. El enjuague se puede realizar con agua o con el mismo vino que se vaya a probar.
Por último, a pesar de que la tendencia general es usar las copas bordelesas tanto para los vinos tintos como para los vinos blancos, se suelen utilizar copas altas para los vinos blancos y anchas para los tintos, como por ejemplo la clásica Medio balón. Para degustar un cava o un champagne es adecuado utilizar copas alargadas como la Flauta, ya que al igual que la copa Tulipán, evita la pérdida rápida de gas.
Estos son algunos ejemplos de copas Riedel que debemos de utilizar según el vino que degustemos:
1- Vinos de Jerez
Esta copa es de la forma tradicional pero con el cristal mejorado y el pie más alto para evitar calentar el vino. Su forma cónica consigue concentrar todo su aroma.
2- Vinos blancos afrutados
Esta copa está diseñada especialmente para los Chardonnay pero se puede utilizar para cualquier vino blanco afrutado. Su forma consigue que los vinos más jóvenes expresen toda su frescura y los más mayores todos sus aromas minerales.
3- Vinos blancos de Borgoña
Copa diseñada para este tipo de vinos, blancos, secos y aromáticos. Está perfectamente proporcionada para que el vino manifieste todo su variado bouquet sin concentrar demasiado sus aromas.
4- Grands Crus de Borgoña
Esta copa está expuesta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y ha sido descrita como perfecta para degustar los grandes vinos de Borgoña. Es una copa muy ancha que permite que se desarrollen todos los aromas frutales del vino y también, equilibrar su acidez.
5- Burdeos Grandes Vinos
Copa pensada para destacar las cualidades de estos vinos. El largo recorrido que hace el vino hasta la boca permite que se airee sacando todos sus aromas y consiguiendo intensificar el sabor.
6- Champagne
Las copas de Champagne, de Cava y de otros espumosos son estrechas y largas para conseguir que las burbujas sean sutilmente más suaves y que no se pierdan los aromas.
7- Champagne Cuvée Prestige
Los grandes Champagnes y los grandes Cavas necesitan una copa más especial. Su forma aflautada permite enfatizar su aroma y su textura sin que predominen las burbujas.
8- Vinos Rosados
Las copas para vinos rosados son similares a la de los blancos afrutados. No tienen que ser excesivamente grandes para que no pierda su aroma, ni excesivamente alargadas para que no se aireen en exceso.
9- Sauternes u otros Vinos Blanco Licorosos
Esta es la copa ideal para vinos blancos licorosos, en especial el Château d’Yquem, y vinos dulces porque consigue que la acidez se exprese más y la dulzura se equilibre. Al tener la boca cerrada y curva, logra que sus aromas se acentúen.
10- Tintos españoles Crianza, Reserva y Gran Reserva
Las copas para los tintos españoles se han diseñado especialmente para los de la variedad tempranillo, mayoritaria en los vinos de Rioja y Ribera del Duero. Son altas y con la boca ligeramente cerrada consiguiendo concentrar el aroma sin evitar que el vino se airee. Sin variar la forma, la copa es más grande según el vino, sea crianza, reserva o gran reserva ya que estos últimos necesitan abrirse más.