Hemos Cenado….en el Cadelo, celebración.

El cumpleaños de mi hermano es una buenísima excusa para salir a cenar un jueves, además llevábamos intentando ir todo el verano y nunca teníamos suerte, casi tres semanas de antelación para conseguir la reserva y era la última mesa, todo el servicio completo y ésto no es moda, si no que las cosas se están haciendo francamente bien, Kiano y su equipo liderado por su hermano Luis, llevan 6 añitos, que se dice pronto, alegrando la vida a los clientes con sus maravillosas elaboraciones.

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El local nuevo, situado en la calle Santa Lucía 33, es grande, dividido en dos plantas, con decoración minimalista, techos altos, iluminación cálida, cocina vista, y el único pero, una acústica quizás no muy conseguida debido a ser diáfano en su totalidad.

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La carta está en la pared, iluminada por un proyector, también disponen de Qr, página web y la posibilidad de que te envíen la misma.

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Para beber elegimos agua y 30000 maravedíes, un vino de Madrid, que tenía ganas de probar y no se suele encontrar fácilmente en los restaurantes; luego cambiamos a Semele, un ribera del Duero muy rico y completamente diferente al anterior, enseguida nos trajeron otra copa, sin necesidad de tener que pedirla o envinar como muchas veces ocurre en otros restaurantes; sus referencias son diversas y poco habituales, cosa que me gusta mucho, para salir de lo habitual, además sus precios son estupendos y no están muy marcados, ésto dice mucho de la importancia que le dan al vino.

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Nos comentaron un poco la carta y los platos fuera de carta, además nos indicaron sus precios, buen detalle para no tener sustos a la hora de pagar.

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Comenzamos con unos buñuelos de bacalao espectaculares, normalmente ponen 6 por ración, pero viendo que éramos 2 parejas, nos dijeron que nos sacaban 8, detallazo de auténticos profesionales que se ponen en el lado del cliente.

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Pasamos a unos chipirones a la plancha con mole poblano y sésamo tostado, le da un toque exótico y delicioso.

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Seguimos con unos tacos mexicanos de pulpo al pastor con chiles ahumados y velo de panceta, una oda a Frida Kalo, repleto de sabor y sorpresa, que hizo seguir alucinando con el nivelazo de todo lo que llegaba a la mesa.

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Pasamos a un clásico de la cocina francesa, que los últimos años se ha colado en casi todas las cartas de cualquier restaurante que se precie de dar bien de comer, el steak tartar, muy sabroso y abundante, acompañado de unos panecillos tostados.

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Y para rematar el festín culinario, pedimos la costilla lacada con barbacoa china agridulce, platazo consistente y de un sabor tan amplio como peculiar y sorprendente, acompañado con pan chino.

A los postres no fuimos capaces de llegar, alargamos el deleite con unos cafés y un par de combinados, comentando cuándo podremos volver a probar otros platos que se quedaron en el tintero.

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Al final salimos a un precio francamente fantástico, relación calidad precio a la altura de mis preferencias y expectativas, un verdadero lujo tener este restaurante en nuestra ciudad.

Por Pacomer

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