Hemos Comido…en Casa Segis, me resulta difícil hablar de casa Segis sin hecer referencia a su nombre anterior, La Bolera.

Enero 2018. Desde que era un crío resultó uno de los lugares que utilizábamos como lugar de partida en nuestrtas andanzas por los alrededores. Si era el Día de Cantabria solíamos comer aquí. Si nos acercábamos a acampar a Santa Lucía parábamos aquí. Y si seguíamos hacia el Saja una de las primeras paradas era aquí.

Casa Segis Carrejo

Y siempre con la misma intención: frasca de blanco, chorizo frito y un queso fresco que curaban entre junquillos y que hace mucho que no veo. No se me olvida la señora que servía, muy mayor y delgada, ayudada por un par de mozos de los alrededores. 

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Para mí fue y es un lugar de parada obligatoria. Tiene uno de los mejores blancos de solera que conozco. En la barra han cambiado cosas, pero no tantas, hay mayor oferta de raciones. Y ahora como siempre, entraba, pedía y mientras me esperaban los amigos en la mesa, para que no nos ocuparan el sitio.

Casa Segis Carrejo

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En esta última ocasión, y siendo como éramos ocho, cayó la frasca a la primera ronda, acompañada una cecina brutal y un buen jamón ibérico. Todo ello para ir abriendo boca y dándole a la lengua antes de pasar al comedor.

Casa Segis Carrejo

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La oferta de carta no es muy extensa, pero está centrada en la calidad, todo rezuma buen producto y elaboración de calidad artesana, sin ambiguedades. Todo ello acompañado de una, no muy extensa pero sí escogida, carta de vinos. Nosotros, que veníamos de tomar cava, seguimos con él, aunque al final tomamos un tinto para acompañar a la carne, luego veremos cual.

Casa Segis Carrejo

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Y empezamos con el primer descubrimiento. Sabían que uno de los comensales era celiaco y le habían encargado al cocinero que elaborara, por primera vez, unas croquetas sin gluten. Y ¿qué pasó?, pues que el celiaco reconoció que nunca las había tomado tan buenas, pues en absoluto parecían distintas a las de toda la vida; el resto de los comendales opinábamos lo mismo. También pidieron unas rabas para ir abriendo boca, por cierto también aptas para celiacos.

Casa Segis Carrejo

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Sin llegar al final pidieron un tinto, un Rioja de 2016, Pies Negros, un cupage de tempranillo y graciano muy fresco, muy de mi agrado.

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Otra de las grandes sorpresas fue el Torrezno de Carrejo. Una gran tira de panceta hecha al horno que no le tiene nada que envidiar al torrezno clásico, el paseo hasta Casa Segis merece la pena aunque solo sea por probarlo, es una pasada.

Casa Segis Carrejo

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Otro gran clásico del lugar siempre fue la asadurilla. Me encantaba pedir la racion de asadurilla y las patatas que te servían en el plato de la misma manera que sirven el chorizo y este las tiñe de rojo, y no se sabía cual estaba mejor. Hoy no sirven así, unos por un lado y otros por otro, pero la asadurilla estaba para ponerle un piso, como siempre ha sido aquí y con el sabor característico de esta casquería. Mi última sorpresa en torno a esta elaboración fue en Madrid, donde me la sirvieron a modo de taquito y casi llego al orgasmo gastronómico, en La Tasqueria

Casa Segis Carrejo

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Se nos complicaban las cosas, ya que los asistentes éramos de buen comer y de mejor beber. Pasamos a unas notas de chuchara donde se imponían unas pochas con almejas que no se las saltaba un gitano. Finas, sabrosas, perfectas de punto, buenísimas.

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Para terminar esta suerte de entrantes pasamos a tomar unas habas con huevo frito y foie. No me convencieron del todo, quizás por el carácter más duro del haba que de la anterior pocha, pero el conjunto de huevo (yema), hígado y haba sí que era atrayente y sabroso sobre todo. Me quedé en un punto intermedio que me gustó, pero no tanto como el resto de la comida hasta ahora. 

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Al final llegamos al principal, un chuletón de vaca vieja. Del origren no sé nada, lo que sí sé es que la carne estaba de rechupete, justa de punto y de maduración, bien infiltrada y al tacto grasienta. Mejor final imposible.

Casa Segis Carrejo

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De postre picamos un poco. Tarta de zanahoria, no la comía así desde la última vez que me la hizo mi madre hace un friolera de años.

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Y una leche frita diferente.

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No puedo deciros el precio, pues nos invitaron nuestro anfitriones de Cabezón, Irene y compañía, pero fue una buena muestra de cómo basando una comida en elaboraciones totalmente tradicionales y usando buenos productos el resultado es siempre mayúsculo. Qué poco voy a tardar en volver.

Por El Mule

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