Hemos Comido…en Solana dos comensales, uno celiaco, y como suele ocurrir las últimas veces que me acerco a comer por La Bien Aparecida, con algo de nieve; esta vez más bien era granizo.

Queríamos tomar un vermut antes de pasar a comer y eso hicimos, nos acercamos a la vuelta de la esquina donde continua abierto el bar propiedad de los padres, donde puedes tomar unas raciones y un aperitivo. 

Restaurante Solana Marron Cantabria

Había unos cuantos vermuts para elegir, yo tomé Petroni  y mi acompañante Izaguirre Reserva 1884. 

Restaurante Solana Marron Cantabria

En Solana el comedor y todas las instalaciones siguen como siempre, en perfecto estado de revista, en la entrada nos recibe con una sonrisa en la cara Inmaculada, siempre atenta a la entrada, al servicio y a la bodega.

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Lo primero que nos preguntaron fue que si queríamos tomar un apertivo, en este caso decidimos comenzar y terminar tomando cava, Ravenbtos i Blanc l’hereu, un antiguo conocido y uno de mis cavas favoritos.

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El pan que tienen para celiacos es de Triticum, en dos formatos. Variedad nueces y albaricoque, y variedad semillas: pipas de calabaza, sésamo, amapola. Cualquiera de los dos son una nueva experiencia para los celiacos que no los hayan probado, a mi se me asemejan más a un bizcocho que a pan.

Restaurante Solana Marron Cantabria

Y en el pan de harina, el tradicional con gluten, tres tipos diferentes, de semillas, de torta y de barra.

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Tomamos un menú degustación adaptado para celiacos.

Comenzamos con un foie caramelizado con gel de avellana. Con un ligero toque gelatinoso y un sutil dulzor, acaramelado. Perfecto comienzo.

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Tartar de atún. Para el comensal celiaco.

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Croqueta ganadora del campeonato mundial Joselito. Croqueta adictiva, besamel fluida cuasi líquida, rebozado liviano y seco. Croqueta de 10, pero ya lo sabía antes de comenzar pues aquí la croqueta es religión. 

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Para mi acompañante, helado de pimiento y anchoa.

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Buñuelo de bacalao. Con un pequeño toque de ali oli, otro para este frito, primo de la croqueta con una textura diferente y más potencia. Un buñuelo también de concurso, con un justo sabor a bacalao y un toque agradable de ali oli, perfectamente escurrido y crujiente.

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Alcachofa natural a la plancha. Confitada y luego un pase por la plancha, estaba bien pero las he comido bastante mejores, el toque de sal en lascas le iba de cine.

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Ostra con gazpachuelo cántabro y salicornia. La ostra resultó un verdadero descubrimiento, un singular gazpachuelo de gran sabor con su perfecto complemento la ostra, unas gotas de aceite y el gran aporte salino de la salicornia, un platazo.

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Cocido montañés. Alubias, caldo clarificado, morcilla, chorizo y una gelatina de berza. Esta elaboración era la reinterpretación de un clásico que a mi acompañante le asombró un montón, aunque sabía al cien por cien a cocido montañés; el caldo estaba insuperable. Otra elaboración de lujo.

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Calamar, texturas, pesto. Tallarines en jugo del calamar, muy suave para mi gusto, cuando aparece el calamar espero más potencia. 

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En sustitución del siguiente, no apto para celiacos: papada, tirabeques y cigala. Esta elaboración se sirvió solo a mi acompañante en sustitución del ravioli que tomé yo, ya lo conocía de otras veces y para mi resulta sublime, un riesgo que sorprende. Un mar y montaña extremo, el otro comensal opinaba lo mismo y fue su gran sorpresa de este menú para ella.

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Ravioli de setas, foie trufas con sopa de rabo de toro. No hay foto, me lo comí antes de fotografiarlo. No soy un gran aficionado a los ravioles, pues habitualmente pecan de insulsos, pero este me gustó muchísimo.

Oreja de gocho en emulsión de jamon y espuma de patata. A este plato sí que pude sacar la foto, no me pudo la gula. Una elaboración para comer en conjunto, resultando sabroso y complejo, dos texturas líquidas o semi y la oreja con su gelatinosidad por un lado y su ternilla dura. Un acierto de texturas y sabores.

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Salmonete a baja temperatura con una meunière de su cabezas. El salmonete me dejó con la boca abierta, una elaboración plagada de sabor. Este salmonete era de roca e imponía su sabor por encima de todo, como debe de ser, un sabor amariscado y una carne turgente. Y digo me dejó con la boca abierta pues no soy muy amigo de este pescado, por varias razones. La primera por que he buceado y sé donde comen y la segunda por su habitual sabor a basa. Pero este ejemplar se asemejaba más en sabor y textura a un cabracho que a un salmonete. Magistral elaboración y producto inmejorable.

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Pichón en dos cocciones, muslo y pechuga, paté de sus interiores. Ultimamente el pichón suele encontrarse bastante en las cocinas de postín, un ave que durante muchos siglos estuvo presente en la cocina castellana donde se puede contemplar la huella arquitectónica que dejó en forma de palomares, resultado de la cría. A mí me gusta, pero depende mucho de la situación a lo largo de la comida. Si por un lado el muslo suele ser más liviano en cuanto sabor, la pechuga deja la impronta de ese sabor similar a hígado y bastante fuerte, que para mí no resulta lo más aconsejable para acabar una comida.

Este pichón estaba como marcan los cánones, nos gustó a los dos comensales, pero no lo habría dejado para el final.

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Sorbete de yogur La Bien Aparaecida, rocas de queso de Las Garmillas y sopa de manzana. Una sorpresa de postre con la marca de la casa y absolutamente Km0.

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Bizcocho de chocolate. Un buen final, el chocolate siempre lo es y si además el bizcocho es apto para celiacos mejor final imposible para el otro comensal.

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Unos petit fours para terminar acompañando al café.

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Y al terminar una nota con un precio de lo más ajustado, un menú de estrella donde todos los elaborados tienen el adjetivo de atractivos como poco, unas instalaciones como pocas y un servicio perfecto.

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Por El Mule

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