Hemos Comido…en Cigarral de Caravantes, nuestro viaje por la península termina en Toledo.
El hotel Cigarral de Caravantes en Toledo fue construido en una antigua finca de la alta sociedad toledana. Este hotel perteneció durante el siglo XVIII a un célebre músico conocido por “Señor de Caravantes”, que llegó a ser maestro de capilla en la catedral de Toledo.
Nos acercamos a comer ya que distaba unos metros del hotel en el que nos alojábamos y nos lo habían recomendado.
La zona está situada en las afueras, en los montes que rodean Toledo, a tan solo 10 minutos de la judería en el casco histórico. Goza de unas vistas privilegiadas a la ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y a su emblemático río Tajo.
Nos acercamos a comer a primera hora y asombrosamente ya estaba prácticamante completo el comedor. Comenzamos con un vino Baldor, un monovarietal de Chardonnay. Un vino fresco en su recorrido en boca donde se aprecia una acidez equilibrada.
Al poco de sentarnos nos sirvieron un aperitivo de bienvenida, chorizo y queso. Un buen queso manchego y un chorizo bastante fresco, pero de muy buen sabor, dos grandes clásicos de la cocina española.
Compartimos un primero de alcachofas braseadas, acompañadas de una virtuosa cecina y un huevo poché. Muy buenas en todos los aspectos, bien cocidas y limpias y de agradable sabor. Una ración verdaderamente recomendable.
No comimos más de primero ya que no teníamos muchas ganas. Mi acompañante tomó un solomillo de ternera, dado que no disponían de carne de vacuno mayor, aún así estaba bastante bueno, con el característico poco sabor de la ternera, acompañado de unas setas muy bien preparadas.
Yo tomé judiones con perdiz. Hay dos quejas en esta comida. Una, la enorme cantidad de tiempo que pasaba entre plato y plato, bastante más de media hora, llegó un momento en que pensé que se habían olvidado de nosotros. Y la otra, el modo en que sirvieron estos magníficos judiones. Hay una norma en los guisos y es que todo lo que hay en el plato se ha de comer; a la hora de servir, a no ser que pidas un lechazo, un pollo o un chuletón, todo lo que esta en el plato va directo a la boca.
El motivo muy sencillo, si te pones a deshuesar una ave casi entera sobre un guiso la que se monta es de cuidado. Al final y tras ver la velocidad con la que se resolvían las cosas decidí limpiar yo la perdiz, para que acompañara a los judiones, y como era de esperar terminó todo pringado por los alrededores.
Al final, y tras el tejemaneje de la perdiz, quedaron unos judiones de escándalo, buenísimos, recomendables siempre y cuando vengan limpios de la cocina.
Al final lo que queda es un sitio en el que desmerecen mucho las esperas, la presentación y la preparación de los platos, aún teniendo una buena cocina clásica.