Hemos Comido…en este pequeño y acogedor restaurante, rodeada por un parque infantil donde cualquier almuerzo o cena pueden convertirse en un ejercicio de lo más agradable.

cerrado

Se trata de un negocio familiar de cuya cocina está al frente Rafael Fernández, un cocinero con experiencia en los hoteles Saja, Altamira y en los restaurantes Rhin, Casino y Los Troncos. Hace 18 años decidió instalarse en Vargas y en este tiempo ha conseguido un prestigio gracias a una cocina tradicional sencilla y sabrosa capaz de cautivar a gastrónomos de prestigio como el periodista Manuel Martín Ferrán, habitual de los veranos en la zona al tener residencia en el municipio de Castañeda.

El Pozo dispone tanto de un menú del día, como de una carta. Rafa confiesa que lo que mejor le sale son las carnes (el chuletón), las almejas, las ensaladas templadas, los chipirones de guadañeta, los pescados frescos de temporada como las lubinas, los arroces y el cochinillo. A ello hay que añadir el revuelto de marisco, los pimientos, cebollas, puerros, espárragos o alcachofas rellenas, los guisos de cuchara, el lechazo y la parrillada de carne o de pescado.

En las ocasiones que he comido en este lugar, más veces picado unas de las maravillosas croquetas y unas almejas. Que comer siempre hemos terminado comiendo lo mismo, si es época, chipirones de guadañeta y almejas, algo que no debes dejar de comer si te acercas por el lugar, y si hay sitio.

En otras ocasiones y no siendo época de chipirón optamos por pimientos rellenos, también indescriptibles hasta que los pruebas. Y de segundo chuletón, un plato que Rafael borda, tanto por la calidad, como por la cantidad y la maestría de la parrilla. Siempre acompañados de esa simpatía que les caracteriza. El precio bastante bien tirando a alto. 

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El Acebal  Vargas Puente Viesgo 39679 942598597

Lo describe perfectamente

En donde se cruza la carretera N’611, que une, es un decir Burgos con Santander, y la N’634, que por allí es un tramo olvidado de la famosa e intermitente autovía del Cantábrico, se desparrama la población de Vargas. Vargas antes se llamaba Bargas, así registra el lugar el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz y antes y ahora fue y es pieza del Ayuntamiento de Puente Viesgo.
Allí se encuentran también el río Pas y su afluente el Pisueña y es testigo de todo ello el monte Dobra que en el pasado acunaba robles y castaños y ahora corta periódicamente sus eucaliptos.
Por allí cerca perpetra la red eléctrica uno de esos atentados que tanto le gustan contra el paisaje y las personas y ya se ven por el valle algunas torres que, si Dios y el Gobierno de Cantabria no andan ligeros, harán cruzar por el lugar cuatrocientos y pico mil voltios.
Por allí suele escaparse a pescar —su otra pasión— el titular de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos. Conoce el exministro cada poza del Pas, cada rincón del río en que pueda ser sorprendido un salmón que, aunque pocos, alguno queda.
En el centro de Vargas, en una casita que parece de muñecas, hay un bar en el que cabe apretada una docena de personas, con un comedor en el abuhardillado y mínimo piso superior en el que se aprietan cinco mesas.
Allí, en una cocinita de apenas seis metros cuadrados, Rafael Fernández prepara unas de las mejores croquetas de la comisa cantábrica. Las otras son las de Casa Calvo, en Puente de San Miguel, también en Cantabria.
Me ha comentado Álvarez Cascos, que tiene diente de buen asturiano, que esas croquetas, cuando las toma a media mañana, en una de las largas jornadas de un pescador tozudo, son revitalizadoras y animan para seguir alternando la mosca artificial con el cebo vivo.
Este restaurante El Pozo (barrio El Aceval, 172. Vargas, Puente Viesgo. Cantabria) es informal y amoroso, excepcional en la relación calidad-precio.
La mujer de Rafael, Mercedes Oria, atiende el local y sirve las grandes especialidades de la casa: las cebollas y los tomates rellenos. Si hay suerte, en esta época resulta tan extraordinaria como indescriptible la ensaladilla rusa, que algo tiene de lo primero pero nada de lo segundo.
En esta casa todo es culto y devoción al Barsa. Parece una ermita consagrada a Joan Gaspart. Nadie es perfecto.

Manuel Martín Ferrán

 

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