Hemos Comido en Tívoli, les debía una visita desde hace tiempo pero el trabajo se acumula y no se pueden hacer tantas cosas como uno quisiera.
Junio 2017. El Tívoli es un lugar de parroquia, donde los empleados conocen a la mayoría de los clientes y donde no le hace falta pedir pues conocen de sus preferencias. Saben el menú de la mayoría de los presentes y no solo el menú también el nombre, o eso me parecio a mí, de las veinte persones que había comiendo el menú más de la mitad llamaban por el nombrte a las camareras o estas les atendían también conociendo el nombre de los clientes.
La carta está enfocada a un menú del día y a raciones para compartir, raciones por otro lado generosas, pensadas para un mínimo de dos personas y con un precio bastante ajustado.
Tomé de primero una ración de cecina con virutas de foie. La cecina regada con un pequeño toque de aceite, lascas de foie. Fresca, muy buena y nada salada, eso sí, la ración muy grande, casi con esta ya estaba comido, venía acompañada también de unos picos.
Y por si fuera poco la primera ración la segunda resultó de tamaño inmenso, unos callos que nos dicen a gritos cómeme y que nos presentan una cocina tradicional sin fisuras, con elaboraciones de siempre y tamaños de ración de las de siempre. Los callos, por ciento, con gran generosidad de salsa que hace que las patatas buceen en esta y tomen parte de sabor. Los callos tenían algo de pata y un ligero toque picante, muy buenos.
El lugar merece la pena y si te juntas con unos amigos, siempre que encuentres mesa, puede ser un continuo ir y venir de raciones. Cocina tradicional y elaboraciones clásicas de gran generosidad. Bueno Bonito Barato.