Hemos Comido…en Bustablado, en la La Taberna, un lugar al que como mínimo le dedico un día al año y de donde siempre salgo pensando lo mismo.
Y ese pensamiento se reduce a: «La visita ha merecido la pena». Este año coincidí con las jornadas de la matanza. El ritual es siempre el mismo, un paseo por la capital del mundo y un blanco en la barra de La Taberna, siempre llena de locales, que habitualmente son más dados a comer en la zona de entrada que en el comedor, así hablan con el resto de las parroquia.
El blanco fue rápido, ya que a primera hora ya estaba el comedor lleno, por lo que apuramos el vino, por cierto, una solera muy buena, y pasamos al interior donde teníamos una mesa reservada.
Yo me apunté al menú de matanza, un menú «ligero» compuesto por caricos y matanza, al que acompañamos con un Juvé i Camps a muy buena temperatura. El cava y el champagne siempre me han parecido unos vinos que acompañan maravillosamente a la cuchara, sobre todo a la alubia y el garbanzo.
Fuera del menú diario y de matanza había alguna que otra ración, pero la oferta se centra en el menú diario y os puedo asegurar que todo lo que se sirve merece la pena.
Mientras esperábamos nos pusieron de aperitivo, para que no nos aburriéramos, chorizo de su matanza, del que dimos buena cuenta, yo acompañándolo con un buen pan de cercanías artesano. Este chorizo no tenía nada que envidiar a otros de más alta alcurnia.
Y aprecieron los caricos. Un guiso donde el compamgo se limita a un poco de chorizo y que los definiría como «canela fina», algo muy oído por Cantabria cuando te refieres a la buena calidad de algo y sobremanera a su finura.
Unos caricos de lo más cántabros, con las guindillas en vinagre.
La morcilla, como a mi me gusta, sangre y arroz. Junto a su gran aliado el pimiento.
Huevos bien fritos acompañados de unas jijas a las que ni las sobra ni las falta nada, ¡a untar se ha dicho!
Unos filetes de cerdo frescos sin adobar como broche final, que enaltecían este plato combinado que me compuse sobre la marcha.
Cualquiera que vea la Comtesa despotricará, pero tiene un gran significado para mí y un recuerdo inolvidable, por muy industrial que sea.
La Taberna de Bustablado es una de esas rarezas que caracterizan nuestra provincia, una taberna donde se funde el clasicismo con la cocina de montaña. Los comensales no suelen ir más allá del menú del día, ni falta que hace, y habitualmente no suele haber más, salvo en algunas ocasiones que hay jornadas, como las que había en esta ocasión de matanza, que como toda su cocina destacan por la calidad del producto, la elaboración de maestra guisandera y sobre todo mucha pasión a la hora de hacer las cosas.
El lugar es de obligada visita.