Hemos comido…muy cerca de las más famosas cuevas rupestres del mundo y en el restaurante que lleva su mismo nombre
El Hotel Altamira está situado en pleno centro de la villa medieval de Santillana del Mar. Se encuentra en la calle del Cantón que forma parte del eje principal de la villa que conduce hasta la Colegiata.
Se trata de una antigua casona cántabra que perteneció a los Valdivielso y que data del siglo XVI.
Santillana del Mar es una ciudad medieval, joya del románico, cuya historia se remonta a una ermita construida en el siglo VIII, en torno a la cual se fue nucleando la villa a lo largo de los siglos. Del esplendor económico que vivió esta aldea, s. XVII y XVIII, dan cuenta sus casonas y palacios, la mayoría con escudo, arcadas, sopórtales, balconadas, calles y jardines que están en perfecta unión con la arquitectura popular, religiosa de hidalguía y montañesa de la época. Sus monumentos más antiguos son las Torres de Merino y de Don Borja, ambas del siglo XIV. De la arquitectura religiosa, es su Colegiata el ejemplo más sobresaliente y principal exponente del románico en Cantabria. Todo esto hace que este conjunto urbano sea reconocido como uno de los pueblos más bellos de España.
A 2 km. de la villa se encuentran las Cuevas de Altamira, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Son unas de las más célebres grutas de pinturas prehistóricas de Europa y del Mundo, descubiertas accidentalmente por un cazador en 1869. Son llamadas la Capilla Sixtina del Arte Rupestre. Las pinturas, en su mayoría fueron ejecutadas en la época Magdaleniense (entre el 14000 y 9500 a.C.). La bóveda está cubierta de figuras de bisontes, caballos, un jabalí y un ciervo de 2,20 m.
El restaurante Altamira es un clásico de la cocina montañesa con más de 25 años de historia. Dispone de tres comedores en sintonía con la decoración del resto del edificio. La carta del Restaurante Altamira combina los platos clásicos de la gastronomía cántabra con creaciones nacionales e internacionales.
Con el fin de aprovechar la estacionalidad de diferentes productos, el restaurante acoge jornadas gastronómicas a lo largo de todo el año.
La cocina que aquí se lleva a cabo corre bajo la responsabilidad de Rafael Ruiz, buen y experimentado chef. Su trabajo es el fruto de una dilatada experiencia, con una base netamente tradicional. Son muy conocidas las jornadas de la caza que se celebran en este restaurante durante los meses de Noviembre a Enero de cada año.
De su carta, que se suele mantener fija a lo largo de todo el año, excepto para añadir algún plato de temporada, recomiendo que prueben las patatitas nuevas con bacalao y pimentón, de verdad muy ricas; el cocido montañés, las anchoas al gusto, elaboradas por ellos mismos, muy buenas; y la tabla de quesos de la región.
De los pescados, hay que probar los lomos de merluza escalfados, en su punto, muy frescos y con un ligero gusto a azafrán que le va de maravilla, y el rodaballo a la vinagreta de tomate fresco. De sus carnes, la más afamada es el lechón tostadito con puré de castañas, aunque también podemos encontrar platos más habituales como un buen solomillo o un entrecot al queso.
Dentro de los postres la tarta de queso fresco con arándanos y la cestita volcada de frutas y sorbetes.