Hemos Comido…en este local levantado en el solar que ocupó una de las salas de cine y teatro más importantes de la capital cántabra, el Hotel Silken Coliseum abrió sus puertas en el mes de abril del año 2003.
Con un diseño moderno en su estructura, en el que destaca su fachada, el hotel, de cuatro estrellas, está ubicado en pleno centro de Santander, al lado del Ayuntamiento y de las principales áreas comerciales y financieras de la ciudad.
Los interiores del Hotel Silken Coliseum cuentan con un mobiliario de líneas contemporáneas, en el que se ha prestado especial atención a la iluminación y a la elección de los tonos, las texturas y el equipamiento. Todo ello para ofrecer el mayor confort a sus huéspedes dentro de un ambiente sereno y elegante.
Dentro del hotel se encuentra el restaurante La Platea, en el delicado y agradable ambiente que ofrece a sus clientes. Una cocina tanto tradicional como innovadora, elaborada con productos de la máxima calidad en cada temporada.
Menú del día, servicio a la carta, menú degustación y una amplia oferta de menús para celebraciones son las ofertas gastronómicas del restaurante La Platea.
Además, el Hotel Silken Coliseum alberga la cafetería Bambalinas, en la que se pueden degustar desayunos, pinchos y aperitivos desde las ocho de la mañana hasta las doce de la nochE.
El comedor está divido en zonas de fumadores y no fumadores, preparándonos para esa nueva ley que está punto de ver la luz.
Tiene una decoración vanguardista minimalista, recordando al antiguo cine coliseum, con las luces que dan la sensación que entras en el teatro. Las mesas vestidas con mantel gris y cubre blanco, siendo la vajilla de villeroy y la cubertería de cruz de malta.
Tras una breve espera nos traen la carta y nos recomiendan el menú del día o el de degustación, decantándonos por este último, para poder apreciar la cocina de Miguel.
Nos traen de aperitivo un canapé de bocado de marisco, en verdad no es digno de hacer más mención.
Le sigue un Carpaccio de buey y foie con queso Idiazabal, sabroso en su punto de maceración exacto, cortado en rodajas con el foie en el centro, y un muy buen queso, quizá el plato peque en un exceso de aceite, un poquito menos le haría muy sabroso.
A continuación Ensalada templada de verduritas confitadas con brocheta de sepia y su propia tinta, lleva zanahoria al dente y cocida, calabacín, cóctel de ensalada, pimiento asado y cebolla confitada, y sobre ella una brocheta con 5 sepias pequeñitas, de la que se llaman choquitos en Galicia. Acompaña este plato una reducción de miel que junto con la confitura de cebolla le hace dulce y muy rico, y las sepias en un buen punto de plancha.
Como pescado nos ponen una Corvina a la sal, plato clásico pero desde mi punto de vista, es la forma donde más se aprecia el sabor, con su tiempo exacto de horno, y como guarnición una reducción de cítrico y al lado una salsa de tomates confitados, quizá estas dos salsas sean en exceso dulces y matan un poco el sabor del pescado.
Nos sirven como cambio de sabor un sorbete de manzana, cremoso y muy rico, limpia muy bien el paladar, para luego dar paso a la carne, llevando como fondo avellanas en granillo.
Y ese plato de carne es un cochinillo crujiente sobre pastel de patata en su jugo. Como guarnición verduritas cocidas, calabacín, zanahoria y coliflor, y un pimiento del piquillo todo ello muy sabroso y buenos acompañantes, el cochinillo perfecto jugoso, mantequilla en la boca con esa piel tostadita, pero iba sobre patatas panadera no sobre pastel, aunque estaban muy gustosas.
Terminamos con cañas de moscatel rellenas de crema de chocolate, un postre clásico sobre abundantes natillas, buena fritura de las cañas y una crema de chocolate agradable al paladar, lo malo que era una caña y no se por qué a la hora de hacer los platos de las cartas gustan ponerlos en plural.
El servicio merece mención aparte, pues supo marcar muy bien los tiempos, sin espera entre los platos, y en todo momento en su sitio, haciendo nuestra estancia acogedora y en momentos divertida, cuestión muy difícil de conseguir hoy en día tal y como anda esta profesión muchas veces olvidada, pero que cuando no está a la altura falta tiempo para machacarla aún más, sólo les falta poner un poquito más de cuidado al repasar los platos antes de ponerlos en la mesa.
Tanto los servicios como las salas comunes y el comedor se encontraban en un estado perfecto de limpieza, algo esperado para un establecimiento de esa categoría.
Las raciones eran generosas, cosa extraña hoy en día en que la nueva cocina parece también que debe ser nueva para las raciones.