Hemos Comido…en Casona del Judío, el día de los enamorados me acerqué sin reservar y me quedé con la última mesa que quedaba libre.
Os digo que me acerqué el día de los enamorados, pero está claro que no tenía ni idea de que era ese día, en casa todas estas festividades tan comerciales no las celebramos, pero por la pinta de las otras mesas otra mucha gente sí que las celebra.
Para mí era un viernes más, y como suelo hacer los viernes me voy a comer, solo o acompañado, pero siempre para recibir bien el fin de semana.
Enseguida me encontré con Sergio, que estaba atendiendo a las mesas. Actua de hombre orquesta, atiende la sala y dirige la cocina, una cocina con una interpretación muy especial, con predominio de la técnica y un conocimineto como pocos del mundo vegetal. Si me preguntaran por una carcaterística definitoria de este chef, diría que es de los pocos que conoce el resultado final de lo que está cocinando incluso antes de haberlo probado, un técnico y un perfeccionista.
No hace mucho que Sergio pasó de ser accionista de Casona del Judío a ser propietario, y desde entonces se aprecian los cambios, sobre todo en el aspecto y en la funcionalidad de la inatalaciones.
Empecé con un aperitivo, un cava bien fresco en un día bastante caluroso.
Como suele ser constumbre la comida empieza con unos aperitivos, unos entrantes que siempre dejan el listón muy alto antes de comenzar con el menú.
En esta ocasión comí a la carta, pues tenía ganas de profundizar algo más en algunas elaboraciones de las que ya había probado o de las que me habían hablado.
Comencé con la masera recomendada por el chef. Resulta distinta a cualquier otra antes probada, diferente y única, un changurro «made in Sergio». Con verdadero sabor a cámbaro, como si te entregaran una masera limpia, sin sabores que la maltraten, pura y llanamente sabor a crustáceo, yodada. La mar en la boca
Seguimos con en mar en plato. Arroz con ortiguillas y gamba roja. Cocina de antes actualizada. Para el arroz no se me ocurre otro apelativo que flipante, de gran y buen sabor, tirando a meloso. Un acierto de elaboración.
Terminé con unas mollejas. Las había probado en otras ocasiones, es mi manera preferida de tomarlas, primero por el tamaño y después por el sabor, con cierto regusto a leña, la suavísima mostaza que las acompaña es el mejor maridaje. Un gustazo de ración.
Para terminar con recuerdos de la infancia, un postre que os animo a probar y del que no pienso adelantaros nada, una fusión de aromas y sabores a pinar, a humo. Venid y valorarlo.
Con el café unos petis fours realmente deliciosos.