Hemos Comido…en Arévalo, provincia de Ávila, en El Figón.
Una costante a la hora de parar en esta carretera con dirección a Madrid suele ser dar con un lugar que merezca la pena, ya que tengo la teoría de que cuanto más te alejes de la capital mejor se come. Pero así todo la autovía deshumaniza bastante este tipo de paradas, relegándolas a concesiones y franquicias que habitualmente lo mejor que puedes hacer es parar a repostar si lo necesitas y continuar, todo el encanto de los bares de carretera se ha perdido en gran mayoría.
Otra de las razones es no conocer esta carretera tan bien como la opción burgalesa, pero supongo que con el tiempo se andará y este es un lugar que definitivamente merece la pena la parada, por la comida.
Pan castellano, del que a mí me gusta, una constante en esta ruta, conservando las tradiciones.
Unas tapas mientras esperábamos, croquetas de jamón muy buenas.
Antes de comer hice una visita a las brasas y al horno, que dejaban clara y patente la orientación del restaurante.
Antes no lo he dicho, pero reservamos por teléfono ya que teníamos intención de ir a otro restaurante y estaba completo, y eso que era un día entre semana. Así que después de llamar al otro, buscamos en Google y apareció este, al momento llamamos, no les quedaba mucho libre como pudimos comprobar cuando llegamos. Durante la llamada nos comunicaron que si queríamos podíamos reservar unas raciones de cochinillo y eso hicimos.
Antes dije que la parada merece la pena por la comida, pero la bebida es otro cantar. Pedimos una copa de vino de la casa, para no meternos en bebercios ya que había que conducir, y nos sirvieron uno de los vinos más infames que he probado, y no es que lo diga yo, ya que se quedaron en la mesa todas las copas llenas.
Después de tomar las croquetas que nos pusiron de aperitivo, optamos por continuar con ellas y nos sirvieron tres tipos diferentes, de carne, de bacalao y de queso, en concreto de picón y ciertamente que estaba buenas.
Con el cochinillo venía una ensalada, sin aliñar, acompañada de un buenísimo aceite y de un muy buen vinagre, algo de agradecer, sal también por supuesto.
Fuera de Segovia y de una serie de sitios concretos no suelo pedir cochinillo, ya que habitualmente no le asan con la paciencia que debieran, dejando gran cantidad de grasa sin deshacer, que hecho a la manera tradicional desaparece. El cochinillo, como el lechazo, requiere una cocción lenta pero constante y al final un golpe de calor para dorar la piel.
Así se nos presentaba este, una elaboración digna de un buen maestro asador, de los grandes maestros asadores castellanos. Su elaboración era la de siempre, la pieza, sal y un poco de agua, algunos les añaden un poco de manteca pero nada más y el resultado es maravilloso.
Asado del que todos dimos buena cuenta, coinciediendo con la calidad del cochinillo y lo bien hecho, sin recalentamientos, que es algo que no soporto en estos asados.
De postre flan, arroz con leche y ponche segoviano, este último decepcionante.
Con el café un destilado un tanto especial.
Y llegó la cuenta, que resultó una grata sorpresa, una buena relación calidad precio para tres comensales y un buen producto. Uno más a lista de lugares para volver.