En esta ocasión nos acercamos a Remoña después de asitir a Feria de la Caza de Potes.
En la feria presentaba un show coocking Floren Bueyes, así que nos juntamos para comer en Espinama, cuatro comensales: Floren, Cris, Sylvia y yo. Uno de los comensales es celiaco, pero ya sabemos que en Remoña no hay problema, siempre y cuando avises.
Espinama es un pueblo de montaña donde siempre hay algo que ver, por mucho que lo haya visitado siempre encuentro algo que me llama la atención.
El Hostal Remoña es uno de los establecimientos más activos de toda la zona, organiza cantidad de actividades: Km Vertical, excursiones por Los Pìcos, competiciones de raquetas por la nieve, etc. Y sobre todo, lo viven y lo disfrutan, cuando alguien es así transmite muy buena energía a quien le rodea.
Así que aprovechando la fecha nos subimos a tomar un menú de las jornadas gastronómicas de la caza, por un precio de 24€ por comensal.
Otra de las razones por las que me encanta subir a Espinama es por el compromiso con la gastronomía de terruño, de cercanía, carnes de su ganadería, productos de su huerta, vinos de Liébana, queso de Pido. Mucha tradición y mucha gastronomía de aprovechamiento, todo ello se traduce en sostenibilidad y en vida para el entorno.
Esto que veis en la fotografía superior es lengua, proveniente de las terneras que crían en su ganadería y es un auténtico manjar difícil de encontrar. Y sí, por que alguien me lo va a decir, ya «reñimos» a la cocinera por el chorretón de reducción, nos ha prometido que solo lo pondrá cuando se lo pidan, por que la realidad es que la gente lo pide. Lo repito, un manjar.
El pan también se puede apreciar que es de los alrededores, un auténtico pan de masa madre.
Dos comensales tomaron la ensalada de perdiz escabechada, champiñón y fruta fresca. Gustó. Yo, cuando oigo ensalada, casi siempre pongo tierra de por medio.
Floren y yo le dimos al guiso del día, algo que Aurita y Montse dominan a la perfección. Le dimos bien y duro, ya que las raciones eran generosas y la cuchara estaba inmejorable, bien acompañada de venado y con un buen fondo de verduras, de diez.
Y de aquí pasamos todos los comensales a los clásicos de caza, los de toda la vida, gran sabor. Solomillo de jabalí y guiso de venado, en cualquier caso dos joyas de la gastronomía de montaña lebaniega.
De aquí al cielo, o más bien al postre. La tarta de queso de Pido es ÚNICA, como único es este queso; hay auténticos adictos a ella y no tiene gluten, así que en casa es objeto del deseo.
Y hay otro postre que es un puñetero vicio, la tarta tatín, unas veces de manzana y otras de pera y, al menos en esta ocasión, tambien sin gluten.
Después de la comida la cháchara en la cocina, como mandan los cánones y como debe de ser.
Deseando volver, nunca fallan y siempre con una sonrisa.