Hemos Comido…en La Bicicleta, un menú degustación largo, después de la remodelación del local, comí en la barra de entrada con la cocina a la vista.
En el último año ha sufrido algunos cambios con el objetivo de mejorar. Para algunos sí lo ha hecho, mientras que otros se quedan con La Bicicleta sin mejoras. También ha habido una ampliación de comedores. Ahora se centra en una oferta gourmet con el objetivo de figurar en las guías de renombre.
Ciertamente, poder comer y observar como te elaboran la comida tiene mucho encanto, con la incomodidad de integrarte en una cocina donde eres partícipe, sobre todo de los olores que surgen de la elaboración de las diferentes raciones y que en ciertos momentos pueden agradar, pero en otros no.
El restaurante dispone de una buena y extensa oferta, existen dos menús degustación con muy buen precio (yo tomé el largo, su precio es de 60€) y luego la carta con una amplia oferta. También hay una buena carta de vinos, aunque yo tomé una cerveza, una Alhambra, pues había que conducir después.
En cuanto al servicio, dispuesto, agradable y atento. Perfecto.
Anchoa, aceituna líquida y ensalada-burbuja. Anchoa, sabor salino, carne tersa, leve picante y aceituna, gran sabor e inteligente base, una espuma de ensalada muy conjuntada. Sorprendente y muy agradable.
Arroz inflado, remolacha, tartar de gambas y cereza. Crujiente en el exterior y blando en el interior, un tartar envuelto en algo similar a un pan de gamba con un toque de piparra y fresa, mar a más no poder.
Mejillón al vapor, velo de agua y crema escabechada. Increíble, como si se escabechasen unos mejillones en salsa, una pasada. El velo de agua aporta el sabor clásico del mejillón cocido.
Pan de Tríticum, dos diferentes.
Ostra Guillaredeu, manzana y gengibre. Trasmite frescura, falta salinidad pues impera la manzana, toque picante justísimo. Me hubiera gustado una ostra más marina, más yodada. Lleva un velo de gelatina de su propio agua.
Crema catalana de foie y cremoso de maracuyá. Un foie distinto con el toque diferenciador de la maracuyá, muy bueno.
Buñuelo de bacalao y berenjena a la brasa. Una fritura de bacalao en un rico buñuelo con aspecto de gofre. Algo diferente, divertido y sabroso.
Torrezno de cochinillo y cremoso de rebozuelo. Espuma crujiente y cochinillo que pecaba un poco de seco, piel crujiente igualmente que la espuma. Una reducción bien potente un buen conjunto al que le faltaba un poco más de jugosidad.
Huevo, jugo de champiñón, trufa y espuma de amanita. El huevo poché con el jugo de los champiñones me sabía a cueva, me recuerda al olor que hay en las cuevas donde se elabora el queso Picón. Me parecio espectacular esta elaboracion.
Arroz carnaroli, calamar y jugo de pichón. Arroz mar y montaña, ligera toque del calamar, punto justo de arroz, la salsa de pichón aporta más potencia al guiso y una diferenciación que complementa con el sabor del calamar. Muy conseguido.
Bonito atemperado, caldo de ajo y dashi. Punto de plancha inigualable, el sabor que aportan los puntos de tinta y el caldo no hacen otra cosa que mejorar algo inmejorable. La única pega es que venía servido en un plato de superficie rugosa que me daba dentera al cortar incluso al pasar la cuchara.
El cabrito. Al igual que la otra carne estaba tirando a seco, un denominador común en las dos carnes, falta de jugosidad. La calabaza era demasiado dulce para mi gusto.
Para terminar pechuga de pìchón. Una elaboración que no me entusiasma para terminar un menú pues su fuerte sabor, como a hígado, es algo que marca el fin de la comida, pero su elaboración era perfecta, atemperado y sangrante.
Perfume y sabor a caramelo del típico de Madrid: la violeta, era de cerezas pero el sabor a mi me recordaba a los caramelos de violetas. La Violeta, una bomboneria clasica de Madrid conocida por sus caramelos de violeta, está situada en la plaza de Canalejas, fundada en 1915, vende estos caramelos elaborados de forma artesanal. Es anécdota y tópico que el rey Alfonso XIII compraba estas «violetas» tanto para su esposa, la reina Victoria Eugenia, como para su amante, Carmen Ruiz de Moragas.
Para terminar el mejor de los finales, chocolate.
Con el café una fresa con chocolate.
Y un carrito de petit fours donde elegir, gominolas, nubes, piruletas etc….
La Bicicleta busca como destino el reconocimiento en las grandes guías, presenta dos menús con una calidad de estrella y un precio muy ajustado, la visita es obligatoria, merece la pena.