Preparando la festividad de los Reyes Magos me acerqué a la pastelería Vega, en la calle Hernán Cortés, a comprar un roscón para desayunar al día siguiente y de paso dejar algo a los SS. MM. para hacerles más llevadero su trabajo.

El Rosco de Reyes es un un bollo elaborado con una masa dulce con forma de anillo adornado con rodajas de fruta escarchada o confitada de colores variados. Se introducen en su interior una sorpresa, que descubren los niños al comer, y el haba, que a quien le toco debe pagar el roscón.

Se sirve en España para el día 6 de enero o festividad de los Reyes Magos. El origen del roscón está relacionado con las saturnales romanas. Las saturnales eran fiestas dedicadas al dios Saturno con el objeto de que el pueblo romano en general pudiera celebrar los días más largos que empezaban a venir tras el solsticio de invierno. Para estos festejos se elaboraban unas tortas redondas con higos, dátiles y miel, que se repartían por igual entre los plebeyos y esclavos. 

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Entro en la pastelería y pregunto si tienen roscones, a lo que me responden que sí. Pido que me pongan uno pequeño y me sacan la caja que aparece en la foto. Ese fue mi error, dar por hecho que dentro había un roscón, aceptarlo y no obligarles a que me envolvieran uno delante mio. Precio: 21€. ¡Ya puede estar bueno!

De camino a casa la caja empezaba a rezumar y pringarme las manos, otra cosa que me extrañó, ya que los roscones son secos.

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Ya en casa lo abro y me encuentro con una cosa extraña, como hojaldre borracho, con un relleno de no se qué y adornado con chocolate y naranja escarchada. A todo esto corté un trozo y me apareció la figurita. Lo corte más que nada para dar una última oportunidad, pero se me quitaron las ganas de probarlo.

Ni corto ni perezoso lo volví a meter en la caja y me bajé a la confitería. Les explico que he pedido un roscón de reyes y que esto no lo es. A lo que me responden que pensaban que ya sabía lo que me llevaba. Yo les repondo que no quiero ese roscón, que quiero uno como los que tienen en el mostrador, de los secos. A lo que argumentan que ya esta cortado y que no me lo cambian. Les digo otra vez que esto no es lo que yo he pedido. Así que les dejo el roscón y les digo que es la última vez que vuelvo por este lugar y me marcho.

En resumen, parte de la culpa es mía por aceptar algo cerrado, pero la mala praxis del empresario es de aupa. Al final se queda con el roscón y con mis 21€. Un excelente negocio. Y yo el «tontolaba».

Por El Mule 

 

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