Hace unos días asistí a una comida donde se presentaban las hamburguesas de Luismi, hamburguesas provenientes de vacas gallegas, carne de vaca frisona elegidas por él.
Todas las semanas se desplaza al mercado de Bandeira donde selecciona los cortes que después irán hacia Guipúzcoa.
Degustamos dos grupos de carne, el primero de steak tartar y el segundo hamburguesas, todos con dos orígenes, placa fina y placa gruesa, pero de la misma pieza.
El steak estaba hecho con la carne de las hamburguesas, por lo que no estaba cortado a cuchillo. Por supuesto que su textura es diferente, pero el sabor es intenso a carne, una carne con una maduración siempre de un máximo de 45 días. Pudimos disfrutar de los dos pases, el primero de placa fina y el segundo de placa gruesa, con una base de pan de La Crujiente muy bien integrado en el conjunto.
A las tres hamburguesas, si se les puede llamar así ya que a mi entender llamar hamburguesa a lo que comimos ayer es rebajarlo de categoría, yo las llamaría bocadillo de carne, ya que al final eran pura y duramente eso.
La primera con un pan brioche sin azúcar de La Crujiente, un pan vaporoso. Imperaba la carne, solos ante el peligro el pan y la carne. Estaba en su punto, pero atemperada, bañada en aceite hecha en la sartén con mantequilla, con sal añadida al final, una deliciosa rareza.
La segunda con pan de verdad y la misma elaboración. Esta vez la carne estaba algo más salada, me resulto más suculenta y por supuesto me gusto más con este segundo tipo de pan, pan de verdad.
La tercera, ante mi asombro, fue la que más me gustó y eso que era la última después de haber engullida una cantidad ingente de carne. Preparada con un pan tipo molde, a todos los panes se habían pasado por el horno y este a mi entender estaba superior.
Para terminar, por si alguien se había quedado con hambre, arroz con leche.
Hay una cosa que me llamó la atención es que las hamburguesas, o los trozos que sobraron, no soltaban ni suero ni sangre, el plato se quedaba prácticamente limpio.