Enero 2012. El auténtico responsable de una velada inolvidable como la de ayer fue Carlos. Solo hay que observarlo en su trabajo y ver que no para, el solito atendió a todo un comedor. Siempre correcto, con buenas maneras y una sonrisa, aconsejándote sobre la carta. En resumen: una joya de camarero, todo un profesional.
Aquí pongo una foto de Carlos, si le localizais ya sabeis: pegaros a él como una lapa y hacerle caso en lo que os recomiende, que sabe lo que dice. No esta muy reconocible pues se me movió justo cuando saqué la foto, además la luz del comedor no ayudaba. Si a esto le añades que no me gusta usar flash, entre otras cosas para no dar el cantazo, este es el resultado.
La Radio sigue como lo recordaba, lleno hasta la bandera, amplia oferta de pescados y mariscos, con un precio inigualable. Yo cené como hacía mucho que no cenaba en un restaurante de estas características, más marisquería, a mi entender, que restaurante.
La carta es extensa, centrada en la calidad de producto más que en manipulación, todo plancha, cocido o al horno. Mariscos fresquísimos y con una gran variedad. Los pescados en la misma onda, al horno o a la plancha, de la manera más natural. La carne no llegamos a probarla, será en otra ocasión ya que es seguro que está al mismo nivel que el resto de los productos que aqui ofrecen.
Nuestra intención era cenar marisco, pero yo siempre que ceno marisco me quedo con hambre. Así que recurrimos a preguntar, pues habíamos visto en la barra unos percebes con una pinta magnífica.
En un abrir y cerrar de ojos nos sentó, tomó nota y nos recomendó un vino que no conocíamos y que me gustó un monton, un albariño: VIA XIX.
Para cenar pedimos: medio kilo de percebes, unas coquinas y un oyocantaro de un kilo trescientos. Yo tenía intención de pedir solomillo para terminar o un entrecot, pero me recomendó que lo decidiera al final, por si acaso era mucho.
El vino en mi opinión y a día de hoy es uno de los mejores blancos que uno puede echarse al paladar. Un albariño de la D.O. Rías Baixas, producido por una pequeña bodega de Caldas de Reis (Pontevedra); Lagar da Condesa.
Es un albariño con crianza, algo impensable hasta hace bien pocos años, y que poco a poco se está poniendo de moda, creo que de forma mas que acertada en esta denominación. La verdad es que el resultado no puede ser mejor. Mención aparte su imagen, inmejorable, botella achampanada, negra y de vidrio grueso… vamos, calidad por los cuatro costados. Suelto, amarillo-verdoso en su parte central y de destellos oro nuevo. La nariz, muy tropical, notas de membrillo, vainilla, polen de flor. En la boca, perfecta conjunción de valores ácidos, alcohólicos, chispeantes y muy buenas dotes de fruta. Un albariño de tallo exclusivo y recuerdos duraderos. En resumen, una joya de vino, nunca había probado un albariño similar.
Y comenzaron sirviéndonos los percebes. Un percebe grande y con un punto de sal y de cocción perfecto. Nada más ponernos al tajo me encasquetaron un babero de lo más salao, a modo de armadura contra los chorretones que tiran los percebes al abrirlos. Eran fresquísimos y de gran tamaño, llenos de sabor a mar, muy recomendables.
Seguimos con unas coquinas. Hacía mucho que no las comía como las preparan aquí, con un refrito de ajo, buenísimas. Las últimas veces las he comido a la plancha y la verdad es que me gustan más de esta manera, que es como las había probado en Andalucia. Muy buenas y muy fresquitas. Ración de buen tamaño.
Y a continuación el rey de la cena: un oyocantaro (abacanto, lubrigante, bogavante) de un kilo trescientos para dos personas. Hecho a la PERFECCIÓN y riquísimo, siguiendo la tradición del los lugares marineros te enseñan a la pieza antes de cocinarla y eso es algo que yo agradezco.
Bueno, pues terminando la cena y como ya sabía de antemano, no estaba satisfecho del todo, así que pedimos unas zamburiñas para terminar, pues algo de carne se me hacía excesivo. Estas últimas con un toque de plancha y nada más. Exquisitas, acompañadas de unas chispas de sal maldon, deliciosas, tambien muy recomendables.
Y hablando un poco del lugar, se llenó el comedor y en la barra la gente desfilaba, tomando raciones, un ir y venir de gente de lo más increible para los tiempos que corren. Me fijé en las raciones de carne y una de las razones por lo que no me pedí un entrecotte fue por que vi servir unos y la verdad es que no habría podido con ello. También pude comprobar que la gente pedía unas enormes raciones de rabas que no paraban de salir de la cocina, con muy buen aspecto. Fuera a parte del tamaño de las mismas y para que luego digan en otros lugares, en ningún momento percibí ningun olor proveniente de la cocina ni a frito ni a marisco.
De postre tomé una trenza de nueces con helado de maracuyá, la trenza estaba caliente y muy buena, me gustó mucho.
Despues de terminar con la cena nos invitaron a un orujo con hierbas de una marca que no conocía y que estaba buenísimo, El Ollejo, con una forma curiosa de botella simulando el teleférico de Fuente Dé.
También nos dejó fotografiar un pescado recien salido del horno con patatas panadera con una pinta buenísima. En resumen, el sitio merece la pena en todos los aspectos, hay que volver que la carta es muy extensa.