La semana pasada compré unas verduras en La Huerta de Adrián, a mi amiga Mariángeles, en el mercado de Puente San Miguel.
Rellené una papeleta para el sorteo de una comida en La Finca Bridge Sport Tabern. Y sorpresa, esa misma tarde, a última hora, me llamaron por teléfono para comunicarme que había sido agraciado con el premio.
El viernes siguiente me acerqué con Alfonso Fraile a disfrutar del premio. Lo que en un principio parecía un menú de lo más típico resultó toda una sorpresa gastronómica de lo más encomiable, de lo mejorcito que he tomado en mucho tiempo.
La cocina está regentada por Vicente Pedregal que, al margen de sus miles de comidas veraniegas y de fin de semana enfocadas al comensal de paso con un marcado carácter de menú del día, se esfuerza por obsequiarnos con un menú fuera de lo habitual. Esta oferta tiene carácter distintivo para los más gourmets, aplicado a un menú degustación de alta categoría. Por cierto, siempre por encargo, aunque la mayoría de las elaboraciones están presentes en la carta.
Cecina de Wagyu. Pocas veces he tomado algo similar, deliciosa, untuosa, una explosión de sabor, una rareza de lo más apetecible.
Burrata fresca con salmorejo de sobao pasiego. Refrescante para un día como ayer, muy atrayente.
Anchoa del Cantábrico sobada a mano sobre tomate pasificado con crema de queso ahumado y migas de crujiente de mantequilla. Este año he echado de menos la acidez de los tomates de Cantabria, este tenía una elevada acidez que me ha encantado, el conjunto me recordaba muchísimo a los arenques (ya sé que no tiene nada que ver, pero ya sabéis cómo son los recuerdos del paladar, muy personales).
Ventresca de atún fresca del Cantábrico escabechada a la sidra con foie. Todo un descubrimiento, un escabeche delicioso, la verdura junto el aporte de la ventresca es único, algo que habitualmente no me entusiasma, ya que suele ser demasiado grasa para mi gusto y que aquí me resultó deliciosa.
Arroz meloso de carabinero, de los mejores arroces que recuerdo.
Lomo de corvina a la sal. No soy muy de pescados blancos, pero esta corvina es distinta, una pieza jugosa que se deshace en lascas y muy sabrosa, aunque sutil y vaporosa.
Careta de cerdo ibérico en salsa vizcaína con pilpil de bacalao en jugo de Arbequina. A estas alturas ya estamos muy llenos y esto, aunque sabroso, resultó un golpe demasiado graso para lo que ya habíamos comido. Muy bueno, pero ya no podíamos con más.
Portobello relleno de lechazo con nube de queso curado de oveja. Si en el anterior pase ya no podíamos más, aquí acabamos como pudimos, ya que la ración merecía la pena a cien por cien, pero era una barbaridad de menú.
Mousse de yogurt griego con frutos rojo. El final estuvo muy bien, vaporoso y no demasiado dulce.
En resumen, un menú sorpresa para el recuerdo.