Hemos Comido…en La Cueva en Alar del Rey, primero un paseo por el pueblo donde hay más de un sitio donde sentarse a tomar un buen vino y algo más.
Octubre 2017. Para mi comer en La Cueva es como comer en casa: Chuchi, Virgi, Miryam y Carmen son parte del elenco de actores que conforman este especial lugar. Un sitio en el que me encuentro en mi salsa mariposeando por la cocina, la barra, el comedor, la terraza. Esta vez nos apuramos una botella de Elyssia entre Chuchi y yo, que es también un gran aficionado a cavas, espumosos y champagnes.
En la barra, siempre omnipresente, esa tortilla jugosa con chorizo que hizo famoso al local entre los viajeros que discurren entre Cantabria y la meseta, con crujiente pan y jugosa tortilla que entra a cualquier hora, pero caliente, de madrugada y en invierno sabe a gloria, como les ha sabido a miles de camioneros y otros conductores que paraban helados a desayunar, comer o cenar este clásico de la ruta Santander-Meseta, antes N-611 hoy A-67.
Esta vez no lo tomé, pues sabía que estos dos me la tenían guardada y que dificilmente iba a salir del local sin reventar, de hecho me invitaron a echar la siesta en su casa pues como vereis la comida no fue baladí.
Aquí arriba teneis a los dos hermanos, con la sonrisa que siempre les caracteriza y su buen humor.
Después de unos cuantos paseos por la cocina no terminaba de dedirme pues todo tenía una pinta excelente, cocina de cercanías, producto de calidad y elaboracion clásica. Así que tuve la feliz idea de dejarles decidir por mí y aquello fueron las bodas de Canaán.
De entrada un platito de alubias de Saldaña. Alubia roja, de lo mejorcito dentro de las legumbres de nuetro país y una elaboración de diez. Alubias, unos pocos vegetales y a hacer chup chup toda la mañana en la cocina. Mantequilla (por lo tiernas) y sabor puro a legumbre.
La feria de la Alubia de Saldaña se celebra por Santa Úrsula, en la antigüedad se celebraba una feria de ganado, que hoy en día ha dado el relevo a esta feria de la alubia. La asociación de San Martín del Obispo suelen encargarse del apaleo de la alubia y durante la exhibición explican paso a paso como se limpiaban antes.
A continuación las ineludibles del lugar, si te las pierdes allá tu, pero no te las puedes perder. Otra de las elaboraciones que ha hecho famoso al lugar: las croquetas. He de deciros que son las mejores que conozco, sabrosas, bechamel muy líquida y con sabor a carne.
Como sabreis no soy muy amigo de estos fritos, pero hay dos que me resultan únicos, de los que he probado; también he probado otros con mucho renombre que me han dejado indiferente, pero por ahora solo dos me merecejn la pena, las de Umma y estas, en igual medida la una y la otra.
Pisto de Palencia. Con un tomate palentino espectacular y todos los productos de la huerta de la Tierra de Campos, Campos Galaicos o Campos Goticos, como se ha denominado a esta comarca a lo largo de la historia y que comprede comarcas de las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León, un área famosa desde la época romana por su riqueza y con mucha influencia cántabra.
El pisto es algo que, estando en época, siempre repito aquí, tiene sabor a lo que debe y una textura cacterística, cuasi melosa, brutal.
Se empeñó Virgi en que probara una albóndiga y me fastidió, al final me quedé con ganas de más, era una albóndiga de altar, jugosa, con buen sabor a carne y con una salsa de las que se deja untar. Un peligro. Las patatas también resultaron ser de la zona, muy similares a las de Valderredible, patatas de la Ojeda. Y sobre todo artesanas, aquí todo es artesano, se pela y corta a mano, todo guiso lleva el tiempo que sea para que sea un guiso de verdad.
Como plato principal el lechazo que había visto salir del horno en la cocina y que no podía quitarme de la cabeza. El mejor trozo según Chuch: el cuello. Ante mí plantando cara un lechazo churro, sal y tiempo, ningún misterio, pero pocos lo bordan de esa manera. En otros lugares es tradición el horno de barro y la elaboración con leña, esta elaboración no le queda a la zaga.
No dejé ni los huesos, por supuesto, comido con la manos y acompañado de una ensalada de la zona que me encanta: lechuga, cebolla, sal, vinagre y aceite, pero muy alegre de vinagre.
Y para terminar dos postres a cual mejores, uno clásico y que ya conocía y otro nuevo de los que solo os diré que solo el postre merece el viaje para los golosos.
Terminé como pude y me retiré poco a poco hacia Santander haciendo verdarera magia para no dormirme, mejor imposible.
Por El Mule