Hemos Comido…en La Terrazuca, una extensión de La Churrería, una terraza muy cuca en el centro de Santander.
Agosto 2012. Hacía mucho tiempo que no comía tan mal, es más ya ni lo recuerdo. Y se dieron una serie de detalles que no me gustaron nada, sobre todo en la manera en que aleccionan a los camareros, de los que no tengo ninguna queja, pues en todo momento fueron de lo más correctos, amables y dispuestos.
Después de un breve paréntesis con la franquicia ‘Bocatta’, esta tradicional esquina santanderina recupera su esencia con la cafetería ‘La churrería’, cuya propietario, Jesús Antonio Bolloque, pertenece a la cuarta generación de la ‘Churrería Comillana’ de Comillas. Fundada 1918, primero con un quiosco ambulante en el que se freían los churros, después con uno fijo, y posteriormente la cafetería que hoy conocemos en Comillas.
En un principio entré pensando que el lugar era nuevo y ocupada el local contiguo a la terraza me llamo la atención el menú diez euros, luego si te fijas en el cartel pone más dos euros terraza, un truquito, si el cartel esta en la terraza, creo que debería poner 12 euros. Bueno le había echado el ojo al chuletón de buey que recomendaban en el cartel, pero de entrada me plantaron delante el menú del día, total que ya puestos me dejé llevar.
En un rato que estuve esperando el primer plato se lleno el local y pude observar el trasiego que se traían dos camareros que atienden la terraza en un continuo ir y venir con las comandas a través de la carretera cargados de platos, estos dos hacen más kilómetros al día que los 10000 del soplao, otra cosa que me llamó poderosamente la atención fue el trasiego de unas vinajeras que cambiaron de ubicación mientras esperaba unas cinco veces entre las distintas mesas, solo debían de tener unas.
Y me trajeron el primer plato, marmita de langosta. Infame, un caldo sin ligar con un resabor que me acompañó todo el día hasta bien entrada la tarde, que paré en El Desfiladero a tomarme un gin tonic premiun de esos tan exquisitos que preparan. También si no es por los cascos de langosta que aparecían en el plato, pues fue la unica alusion a este crustaceo, la marmita podría haber sido de cualquier cosa.
De segundo bacalao, ración exigua de bacalao, muy baja calidad, la salsa si estaba buena, pero cuando terminé con la ración me di cuenta que también la acompañaba un extraño resabor.
Total que decidí dejar el postre de lado. Cuando me vienen a preguntar por el postre les digo que no voy a tomar, a lo que me contesta el camarero que no me puede cambiar el postre por un café, a lo que le respondo que vale, pero que lo que quiero es un café; yo no había hecho referencia para nada a este tema.
Junto con el café me traen la cuenta y se me planta el camarero delante esperando a que page, pues que vamos a hacer habrá que pagar para intentar ver el paisaje más allá del camarero. Mientras tomaba el café no pude por menos que asistir a un hecho similar en la mesa contigua. Terminan el postre, les traen la cuenta y en ese momento le piden dos cafés, pero se planta reclamando el importe de la factura a lo que le responde el cliente que le rehagan la que le han traído con los cafés y en ese momento se la paga. Parece que lo medita un segundo y se va a por los cafés.
Fuera a parte de esta serie de despropósitos, truculencias etc. que te llaman a no volver, le dan un aspecto de lo más cutre y deja claro que son órdenes de la dirección del local, de la comida nada merecía la pena, es más existen menús muchísimo mejores por los alrededores y con menor precio que este. Ahora, eso sí, la terraza es muy mona. Yo creo que se les da mucho mejor los churros.
Rubio 14 39006 Santander