Hemos Comido…en el local originario del pobre Chus, La Casona.
La revitalización de la calle Cuesta ha comenzado con la instalación hace apenas unos meses de la familia del conocido Bar Sena. Las rabas y vermús de Pablo López, cuarenta y cinco años de profesión que ha apostado por trasladar su local desde la calle Tres de Noviembre al centro, heredan la tradición de La Casona, espacio que ahora habita y que fue uno de los restaurantes más clásicos y afamados de Santander, propiedad del conocido como ‘el pobre Chus’.
Se llenaba todos los días y había que hacer cola para tomar sus famosos champiñones con bacon, que tanto éxito le dieron.
En realidad, fue mucho más que un restaurante, fue un punto de encuentro de pintores, artistas, escritores; un centro de ebullición cultural y un destacado museo de vino. Exhibía una impresionante colección de botellas de vino y otra colección de vajillas, además de láminas pintadas por genios de la pintura como Dalí, Picasso o Miró.
Hoy, en el exterior del edificio, un placa de bronce recuerda al pobre Chus y a La Casona. En el interior, sus nuevos propietarios han optado por respetar la tradición del nombre y la tradición cultural, ya que el local organizará exposiciones de pintura. La Casona de Pablo ofrecerá la misma carta que el Sena sus famosas rabas y fritos pero añade además un menú del día e incorpora una carta de picoteo para la tarde.
En los buenos tiempos de la calle Cuesta llegaron a convivir hasta cinco establecimientos hosteleros, uno de ellos, el Bar Sanjo; enfrente de La Casona. El Sanjo, ubicado en el local que hoy ocupa la zapatería Covadonga, era propiedad de un matrimonio muy conocido en Santander. Él, José Sainz Castanedo, antiguo camarero de la cafetería California. Ella, Benita López Cortés, la popular alcaldesa pedánea de San Román. Gestionaron durante treinta años el bar, famoso por sus pinchos morunos y las salchichas especiales Sanjo, que tenía dos accesos, desde la calle Cuesta y desde Ruamayor. Años más tarde, y después de otras aventuras hosteleras, abrieron el Restaurante El Llar, hoy traspasado.
Al lado de La Casona funcionaba El Toboso, un mesón de renombre y calidad en la mesa que hoy se ha convertido en un restaurante de comida turca, uno de esos populares kebaps, matando así toda la tradición de cocina castellana que heredó el local.
Es una maravilla ver preparar los vermuts al chico de la barra, no para de hacer de estos. La gente no deja de desfilar por la barra de este escondido local. El lugar ya tiene premios y menciones en diferentes concursos de pinchos, y premio en el IV concurso de rabas. Suele distribuir unas tapas, de las gratis, vamos de las que saben mejor, consistentes en una tempura o gabardina como aquí se conoce, aunque no sea lo mismo es muy similar o de lo que tercie en el momento, increíblemente buenas. Puedes comer perfectamente a base de raciones y de paso pegarle al medio (vermut).
También me encantan los mejillones marea negra, que están hechos con tinta de calamar, buenísimos. Otra de sus especialidades son las gambas con gabardina.
Si coincide que tienen pinchos, o son las jornadas del pincho, te recomiendo que los pruebes. De hecho han ganado también, en alguna ocasión, este certamen anual de la asociación de hostelería de Cantabria.