Hemos Comido en la calle San Luis, un italiano único, en concreto genovés, que conozco desde hace años.
Siempre me quedo a medias a hora de hablar de este restaurante, primero fue un garito en el pasadizo de la calle Burgos, (a mí lo que me gusta es comer en garitos, la mayoría tienen su encanto) y allí descubrí otra cocina que nada tiene que ver con la cocina italiana que nos venden a diario. La cocina ligur es por tradición una cocina vegetariana. La dieta de los ligures es necesariamente vegetariana ya que carecen de llanuras donde criar ganado. Obviamente a falta de carne la naturaleza ha regalado a esta región de multitud de hierbas y aderezos del mismo origen donde destacan: el romero, la mejorana, el tomillo, la salvia, la borraja y la albahaca; ingredientes base para una salsa verde que da fama a esta región: “il pesto”.
El restaurante dispone de un comedor de bastante extensión y con una gran separación entre mesas.
Otro de sus alicientes es la disponibilidad de vinos y cervezas italianas.
Comenzamos con un Trentino de Chardonnay Conti Dárco, del norte de Italia. Vino de color amarillo pálido, aroma agradable, con fina fragancia de fruta fresca, seco, ligeramente aromático y agradablemente persistente.
A media comida cambiamos a un tinto Rapitala, Nero de Avola, de una de las variedades tradicionales de Sicilia, de profundo color y poderosa estructura.
Antipasto de verduras escabechadas: berenjena, tomate seco y calabacín. Es algo que me chifla, se lo he pedido antes de ir, ya que los conocía de ocasiones anteriores, se lo pasé por correo y los tenía. Acompañados de un blanco, Trentino de Chardonnay Conti Dárco.
Los gnocchi a la genovesse. De estos yo no he probado nada igual nunca en ningún italiano (ya los había tomado aquí con anterioridad), nada que se le parezca, tenía claro de antemano que iba a repetir. Es lo que tiene acompañarlos con un pesto tradicional, al que no se le añaden extraños; los pestos genoveses de toda la vida, esto es con piñones, aceite de oliva virgen, albahaca, parmesano y ajo.
Muchas veces a la hora de pedir en un restaurante italiano una lasagna esta resulta una pasta grumosa con toneladas de queso, carne picada y rezumando aceite. Pero esta no tiene nada que ver, es algo de otro mundo, aunque comparta nombre. Los ingredientes son verdura, el queso es mínimo (un ingrediente más que forma parte de la elaboración, aportando su poquito dentro de ella), es una delicia donde se nota el tomate y todas las verduras entre milhojas de pasta y una ligera bechamel. Esto es cocina italiana de verdad, cocina de verduras genovesa. Esta ración no es que sea recomendable, es obligatoria.
Con la lasagna nos cambiaron a un tinto Rapitala, Nero de Avola,
Aquí pasamos a tomar un Carbo-ccone, una variante de la famosa carbonara, salsa de ricotta, guanciale, pistachos, con uno spaghettone quadrado. Esta elaboración entra dentro de la definición de vicio, imperdonable no perdirlo.
Pizsa, con una S. Una elaboración de masa madre con tres tipos de harina: trigo, maíz y arroz. Le dan el formato que toma la masa cuando la estiran por los lados, una pinsa que no encontrarás en otro lugar. Con el tomate de base, tomate seco, berenjena, las especias clásicas y una masa crujiente repleta de bolsas de aire y prosciutto. Si tienes ocasión no te la pierdas.
El postre no podía ser otro que el tiramisú de la casa.
No podía faltar tampoco un café italiano.
El precio para dos comensales no puede ser más ajustado. Por cierto, nos invitaron a las dos copas de vino y al café.