Hemos Comido…en el Palacio de los Acebedo, parece mentira, cómo estaba y cómo me lo encontré en esta visita.
Comida en el Palacio de los Acebedo, un lugar que alberga muchos recuerdos: los vasucos de blanco por la mañana, las latas de anchoas, el chorizo y también la mistela. Un lugar que se caía a trozos cuando lo visitábamos en los ochenta, con los gatos paseando entre vasos, platos y por la barra. Y el personal visiblemente castaña, veníamos de la Abisinia Berto y Conchita en Solares, quesucos de La Cavada y el vino del Calobro, después nos dirigíamos a Villaverde al Vasco, a tomar un chorizo al infierno y al Bar Cruce.
Pero ya no queda nada de esos paseos, el Palacio ha vuelto a su gloria con su reconstrucción un conjunto histórico artístico del siglo XVII que ha vuelto a abrir sus puertas en 2022 reconvertido en casona-palacio.
El Almacén Gastrobar es el nombre que recibe la propuesta gastronómica del Palacio de los Acevedo, una propuesta centrada en producto de temporada y de cercanía, nos situaron en un reservado donde discurrió el almuerzo.
Asistimos invitados a una comida muy especial donde el centro de la oferta vinícola fueron los champanes de Alain Eduard, EPC Brut Nature, Blanc de Blancs Brut, Blanc de Noirs y Premium Cru.
Comenzamos con tomate de Cantabria, en concreto de Hoz de Anero, el aceite que le acompañaba invitaba a mojar y así fue, alguna piparra para aportar color y sal, no hace falta nada más.
EL siguiente de la lista fue un tartar de atún con base de aguacate, alga guacame y una yema. El corte del pescado era como a mí me gusta, de buen tamaño, buen y fresco atún. Un tartar para recorda,r y eso que el aguacate siempre me sobra.
Últimamente cualquier restaurante que se precie ha de jactarse de tener una buena croqueta en su carta, vuelve la cocina viejuna y este restaurante tiene poderosas razones para presumir de ellas.
Brocheta de gambón con teriyaki. La brocheta parecía caramelizada, con una capa cristalina, dentro un gambón muy en su punto; el conjunto se sostenía sobre una cama de arroz blanco muy suelto y alguna que otra alga. Me sorprendió gratamente, no me lo esperaba de una brocheta.
Para terminar una ventresca de bonito a la plancha. Justa de punto, el sabor de este corte impera sobre el resto fruto de la grasa que acumula y que le aporta jugosidad, para mí es el corte rey del bonito. Se asentaba sobre unas patatas panderas y le habían dado un toque vasco con bilbaína, algo que creo sobra con estos pescados, tienen carácter suficiente como para pasear por el plato solos, pero no ensombrecieron esta buenísima ventresca.
Los cafés y las copas a la terraza.
Lugar de visita obligatoria.