Hemos Comido…en La Hostería De Adarzo, curiosamente siempre que estoy pasado de vueltas por el trabajo, me acuerdo de la Hostería y me paso a estar un buen rato en su acogedora terraza.
Julio 2018. Es un lugar justamente pensado para desconectar, para sentirte como en una terraza de un lugar exótico, de tipo colonial, lujoso, acomodado en una de sus confortables sillas, disfrutando de una buena mantelería y sobre todo charlando animadamente con Juan Manuel Gómez San Emeterio, alma del lugar y persona de amena conversación gastronómica.
Con quien siempre termino observando ciertos cortes de vacuno, únicos y de razas poco habituales en Cantabria como es la morucha, o el chuletero de la fotografía justo debajo, que es un corte de buey gallego de trabajo de raza rubia, solo con el olor te seduce.
Una vez sentado y con los dientes largos ante tamaña «artillería» intento pedir, por que habitualmente me dirige Juan Manuel, como siempre he entendido que es el cometido del anfitrión, guiar a comensal hacia lo mejor que puede ofertar en ese momento, un trabajo que hace magistralmente y siempre con gran criterio.
Comenzé con un aperitivo, una croqueta de guiso de buey. Elaboración de gran potencia, textura de la croqueta bastante líquida y fritura limpia sin sabores ni aceite, cremosa, untuosa, sabrosa.
Otro aperitivo, un corte de carpaccio de picaña de buey macerado en vino durante dos horas y cuyo resultado es un lujo al paladar.
Salmorejo, qué mejor comienzo en verano. Muy ligero de pan, lo que le hace más refrescante, con huevo y jamón. Tradición cordobesa sobre la mesa.
Otra especialidad de la casa, los callos, que puedes pedir alegres o poco alegres de picante. Este año mi «premio anual de callos» es para esta elaboración. Melosos, untuosos, donde el pan nunca es suficiente, se pegan a los labios con una alegría justa de picante. Por cierto, cortados algo grandecitos, como a mi me gustan y acompañados de morro y pata.
Para ternimar, bonito encebollado con pimiento rojo y verde, y cebolla. Una difícil elaboración en la que prima la pericia del cocinero para que el bonito quede jugoso, y este realmente lo estaba, este año es la primera vez que lo tomo de esta manera y merece la pena.
Para terminar un sorbete de mandarina, refrescante.
Curiosamente la brasa es el centro de atención de la Hostería, pero esta vez no tomé nada a la brasa, tendré que volver en breve.