Hemos Comido…En el Baruco de San Martín, en este restaurante que se autodenomina como el primer restaurante de Santander slow-food.

Pero ¿que es eso de slow-food? Slow Food es una asociación internacional sin ánimo de lucro nacida en 1986 como respuesta a la invasión homogeneizadora de la «fast food» y al frenesí de la «fast life».

Fundada por Carlo Petrini en 1986, Slow Food se convirtió en 1989 en una asociación internacional. Actualmente cuenta con 83.000 inscritos, con sedes por orden de nacimiento en Italia, Alemania, Suiza, Estados Unidos, Francia, Japón, y adheridos en 122 Países. 

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Slow Food supone dar la debida importancia al placer vinculado al alimento, aprendiendo a disfrutar de la diversidad de las recetas y de los sabores, a reconocer la variedad de los lugares de producción y de los artificios, a respetar el ritmo de las estaciones y del convite. Pero la receta puesta a punto por Carlo Petrini y sus colaboradores propone conjugar el placer y la reivindicación del derecho al disfrute por parte de todos con un nuevo sentido de responsabilidad: una actitud que Slow Food ha llamado eco-gastronomía, capaz de unir el respeto y el estudio de la cultura enogastronómica con el apoyo a cuantos en el mundo se ocupan de defender la biodiversidad agroalimentaria.

A fin de cuentas y leyendo entre líneas, se supone que es comer sin prisas, con productos de primera calidad y cocinados vírgenes, sin adornos. Vamos que es la regla básica de cualquier buen restaurante medianamente decente.

De lo que tomamos cabe destacar las gambas a la gabardina que sí que estaban muy buenas,  y las croquetas de lo más normal, pero buenas a fin de cuentas. También tomamos tataki de atún que no me dijo absolutamente nada algo normal.

De segundo pedimos huevo pochado con arroz , foie y salsa de trufa, que al final resultó una especie de huevo pasado por agua, un poco de arroz basmati, un poco de foie y una ligera salsa de trufa. Otro comensal tomó los huevos benedictine (pochados sobre pan tostado y salsa benedictine y acompañados con salmón ahumado o con jamón ibérico), según el en la misma línea que los míos.

El otro tomó hamburguesa según él muy buena, pero lo que a mí me chocó fue que en restaurante que se denomina slow food y que se supone que trae una nueva cocina, que en su carta aparezca una hamburguesa, reina del Fast Food pues da mucho que pensar.

El otro comensal Strogonoff (tiras de solomillo salteado con champiñones, pepinillos, crema y queso, acompañado de arroz para su salsa), tampoco le apasionó el plato.

De postre tomamos brownies, nada del otro mundo los he probado mucho mejores. Eso sí, el slow food solo se nota en la lentitud del servicio, terminamos hartos de esperar.

Lo que si me gustó fue una mañana que nos acercamos a desayunar, pues era el único sitio abierto, había aparcamiento a la puerta,  tomamos unos croissant muy buenos, hechos por ellos y unos mufins rellenos muy buenos.

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