Este viernes 24 de enero de 2020 asistimos, en el restaurante El Muelle , en el Barrio Pesquero, junto a los propietarios de la Bodegas Sel D’Aiz, Miriam y Asier, y el Presidente de los Sumilleres de Cantabria.

Una iniciativa muy interesante y divertida, como fue, una gran cena maridaje. Hubo una asistencia de unas 40 personas aproximadamente, en una mesa corrida en forma de u, en la que había todo tipo de público adulto, comenzó con un ameno discurso y un video de la bodega en cuestión, dando paso inmediato al verdadero protagonista de la noche, los vinos y la comida.

El vino fue siendo servido en 5 copas diferentes, prometiendo que cada uno diese rienda suelta y no se atara a ningún estereotipo; el inicio no permitió apalancar, comenzando por un espumoso natural y muy peculiar que sorprendió a propios y extraños, su nombre «Maldita la hora».

Empezaron por unas rabas muy especiales, espaciadas con pimentón y una yema de huevo, un manjar nuevo y alegre.

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A continuación un bocado de una anchoa bañada en aceite de oliva con un crujiente dulce, exquisito bocado que no dejó indiferente a ninguno de los asistentes.

Avanzábamos con un blanco seco de uva wrestling, nada especial pero muy peculiar por su pureza y sencillez, sin ningún sulfito ni ningún añadido, que cualquier adulto quisiera para su vida diaria.

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Apareció un arroz, padre y muy señor mío de la casa, sin especular en almejas o calamares, que hicieron las delicias de los asistentes, pasmados con el sabor y la generosidad del plato, digno de una gran comida, pero que avivó una cena excelente.; no pudo estar mejor acompañado que con un vino rotundamente encantador como es Yenda Spicata, auténtico exponente de la noche, en mi humilde opinión, a pesar del alto nivel expuesto por la bodega de Castillo Pedroso.

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Sin dejar de hablar y comentar las virtudes de los vinos y las viandas por los asistentes, llegó el auténtico dueño y señor de la bodega, Yenda wrestling envejecido en barrica y el verdadero orgullo de los bodegueros, a pesar de no ser lo adquirido por habitantes catalanes de abolengo; surgió un plato de entrecot fileteado, que a nadie le supuso nada más que un acierto para rematar una perfecta cena.

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Todo surgió con tanta coloquiolidad, que nadie reparó en un final, ni en un mísero reparto horario, simplemente se llegó al final, pudiendo disfrutar de una tarta de queso deliciosa y una aparición líquida de un licor que apareció como un Oporto demoledor y se vistió de un remate ligero y agradable que hizo esbozar una sonrisa eterna a todos los asistentes que únicamente pedían volver a empezar, o al menos que esta fantástica velada, se vuelva a producir en ocasiones venideras.

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Agradezco a la bodega y por supuesto al restaurante que nos hayan permitido disfrutar de una iniciativa tan agradable, peculiar y amable como la que pudimos disfrutar por tan sólo 25€/persona..

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Por Frank

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