Hemos Comido…en Pan de Cuco en Suesa, cada vez que vengo hay cambios en la carta y cada vez me sorprenden y agradan.
La evolución es constante, guisos clásicos, elaboraciones de producto cien por cien, un mundo de posibilidades.
Comimos con Sumarroca Brut Reserva por copas, un cava que ya conocemos y que siempre es bienvenido.
Comenzamos con una ración fresca de salmón. Con un punto cítrico, yogur y un toque de cebolla encurtida; los dados, que a primera vista resultan grandes, se funden en la boca de forma placentera. Un comienzo delicioso.
De un tiempo a esta parte se deja ver por Cantabria un clásico de la cocina anglosajona, el roast beef. En esta ocasión la elaboración estaba complementada con una salsa de mostaza verde y como guarnición escarola, una herbacea que con su ligero toque amargo se funde en un mar de sabores junto a la mostaza, una de mis especias favoritas y que últimamente me encuento acompañando tanto a carnes coma a pescados, y que en esta elaboración nos dejó boquiabiertos a todos los comensales.
La primera vez que tomé un roast beef fue de la mano de Nacho Basurto y me entusiasmó. Después de mucho tiempo y algún que otro roast beef (incluso de origen anglo) me encuentro con esta elaboración que marca un antes y un después, un giro de tuerca a algo establecido en la tradición gastronómica, me ha encantado.
Pasamos a un guiso de lo más clásico y muy de nuestra tierra (en el fondo, que no en la forma), pochas con almejas. Lo tradicional son las alubias blancas, pero aquí el chef va un paso más adelante y nos presenta una receta que lo da todo a la hora de unir dos mundos, el mar y la montaña, el resultado es un pedeazo guiso.
Para terminar, algo tan difícil de encontrar como bacalao con manitas de ministro. El pilpil que acompaña al bacalao y la salsa, más o menos vizcaina, que acompaña a las manos generan un mundo de untosidad donde resulta difícil despegar los labios, el sabor de la elaboración inunda la boca junto a un buen taco de bacalao que se deshace en lascas. La comida termina entre fuegos artificiales, como decía al principio, cada vez mejor.
De postre el chocolate, para mí el mejor punto final.
Y la tarta de fresa, que dejó un toque limpio en la boca.
Al final siempre llega la cuenta, que resulta de un RCP como pocos, una relación calidad precio inigualable.